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Portero colombiano relata calvario vivido en Honduras, donde no tiene… ¡ni para comer!

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En algún momento, Héctor Fabio Landázuri pintó para ser uno de los arqueros más promisorios del país: jugó en selecciones juveniles; fue mundialista Sub-20 en 2003, en donde Colombia quedó en el tercer lugar con Reinaldo Rueda como técnico; salió campeón con el Once Caldas en 2009; después defendió el arco del Cali, uno de los equipos más grandes de la historia del FPC.
Sin embargo, desde 2011 comenzó la debacle en su carrera deportiva. De ahí solo tuvo cortos pasos en clubes como Bucaramanga y Chicó, en el fútbol local, y también buscó oportunidades en ligas emergentes, como la de Panamá, jugando para San Miguelito, y la de Bolivia, donde atajó para La Paz FC.
A finales de 2015, Landázuri fue a parar a México, y posteriormente a Honduras, en donde ahora vive un auténtico drama. Dice incluso, que ha tenido que aguantar hambre y hasta pedir colaboración de propios y extraños para poder comprar el pasaje de regreso a su natal Cali. Recientemente, una nota periodística de un diario hondureño, casi que se convirtió en un servicio social para pedir ayuda ante el incumplimiento de cuatro meses de sueldo de parte de los directivos del club Victoria.
FUTBOLRED contactó al guardameta vallecaucano de 32 años, para hablar de su presente y de las afugias que ha tenido que pasar. Incluso, aceptó errores del pasado e indisciplina, de los que hoy se arrepiente.
Héctor Fabio, ¿por qué apareció usted en Honduras?
“Porque me equivoqué en 2011 y terminé saliendo del Deportivo Cali por actos de indisciplina. Hoy gracias a Dios soy otro, más maduro y consciente. Esa fue como mi última gran oportunidad en un grande. Después rodé por varios equipos, no tuve mayores oportunidades en Colombia, así que salí a buscar un futuro a Centroamérica, jugué 15 partidos aquí en el Victoria, pero los dirigentes no me pagaron y viví una situación difícil, pasé una mala experiencia y por fortuna la gente de La Ceiba (ciudad donde juega su equipo) me ayudó a juntar el dinero para poder devolverme a mi país”.
¿Cuándo llegó a jugar a Honduras?
“La historia es más larga de lo que parece. Yo primero me fui para México hace 8 meses, con la promesa de un empresario para irme a jugar al San Luis Potosí, pero al técnico lo sacaron y a un par de colombianos nos tocó salir y venirnos para Honduras en bus. Ese empresario nos dejó tirados y a nosotros nos tocó aventurarnos por tierra, en un viaje que pasa por Guatemala y que es riesgoso. Gracias a Dios llegamos sanos y con vida. Así que en enero llegué a Victoria e hice contrato por un año, pero solo me pagaron enero; se habían comprometido a darme la comida y me la cortaron; los directivos se fueron, no me pagaron, no me dieron el pasaje de regresarme a mi país y ahora nadie me da la cara. Si me puedo ir a Colombia, es gracias a la ayuda de la gente”.
¿Es cierto que ha pasado noches sin comer?
Sí, he pasado muchas necesidades que jamás pensé que como futbolista las fuera a vivir. Menos mal estoy solo y ni mi esposa (Susana) ni mi hijo (Yulián) han tenido que pasar por esto, ni me están viendo así; yo les he venido ocultando todo para no preocuparlos, pero ante la angustia pues mi hermano (Mauricio) me ayudó a conseguir las 4 mil lempiras (unos 180 dólares, 550 mil pesos) para comprar el pasaje de vuelta. Hoy le agradezco a toda la gente que me ha ayudado y a Dios porque estoy vivo y tengo un techo (le ayudaron con el hospedaje en un hotel) donde dormir”.
¿Usted era el único colombiano en Victoria?
“No. Estaba el técnico Horacio Londoño, pero lo sacaron a mitad de torneo. También estaba Mario Abadía (delantero), pero se fue y no sé nada de él ni de su situación”.
¿Por cuánto demandó a Victoria?
“Acá no pagan la gran cosa, pero yo demandé por 1.300 dólares, unas 23 mil lempiras (casi 4 millones de pesos). No es mucho para el medio colombiano, pero es lo que trabajé y lo que me adeudan de estos tres meses y medio prácticamente. Aquí los directivos nuevos dicen que quieren darle oportunidad a los jugadores del club, los juveniles, pero yo necesito es que se pongan serios y me paguen lo que me deben”.
Aparte de su familia y la gente de Honduras, ¿a quién más le ha pedido ayuda?
“Aquí en Honduras existe la agremiación de futbolistas, ellos se comunicaron con la Acolfutpro (Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales) para que me dieran la mano, y ellos se hicieron los de la vista gorda. No sé entonces para qué son esas asociaciones, para que las hacen si no ayudan a los futbolistas colombianos; creo que el deber es proteger a los jugadores, y más si están a la deriva en el exterior, pero hasta el día de hoy no me ayudaron en nada”.
¿Cuándo podrá regresar a Colombia?
“Ya mi hermano me dijo que tengo vuelo este viernes. Solo me falta pagar algo de inmigración, que es lo que he recaudado con la ayuda de la gente aquí en Honduras. Ya cuento los días para irme a mi casa en Cali, para estar con mi familia. Estoy contento y siento que esta experiencia me queda para aprender y para valorar las cosas. Quiero ver a mi hijo y abrazarlo, me perderé el cumpleaños (cumple 9) que será este jueves, pero espero estar junto a él al otro día”.
¿Qué enseñanzas le deja esta experiencia?
“La primera, y más que enseñanza es un consejo para los futbolistas en Colombia, es que tengan mucho cuidado con esos empresarios que les pintan pajaritos en el aire. Yo pensé que no me iba a pasar, porque salí campeón en Colombia y tenía cierto nombre; así que uno no sabe qué les hacen y qué les prometen a otros que quizás salen del país con menos experiencia”. (Cortesía Futbolred.com)

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