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El Atlético insiste por la Liga
Incansable, intenso y ofensivo, el Atlético de Madrid nunca paró hasta que sintió suya la victoria contra el Sevilla, derribado en la segunda parte por un penalti transformado por Julián Alvarez, sentenciado con el 2-0 de Thiago Almada, mérito de Giuliano Simeone, y goleado por el 3-0 de Antoine Griezmann, para insistir en la pugna por LaLiga.
La tercera victoria seguida en el campeonato del Atlético, las tres con su portería a cero; la tercera derrota consecutiva del Sevilla, que no ha vuelto a puntuar desde que arrolló al Barcelona; y la diferencia patente entre los dos equipos y dos ‘competiciones’ distintas: el conjunto de Simeone aún pelea por LaLiga, a la espera de tropiezos ajenos; el equipo de Matías Almeyda, por no sufrir, ante su peor racha del curso, justo después de su subidón más alto.
La presión del Sevilla condicionó el plan de Simeone, rectificado a tiempo. Tal idea, tan remarcada por el entrenador en la víspera y la preparación, hizo predecible inicialmente al equipo. Tan obsesionado y riguroso con un modo de actuar, prediseñado en la pizarra por esa cualidad del grupo dirigido por Matías Almeyda, el Atlético fue un buen rato previsible.
En este fútbol, con todo tan estudiado, detallado y preestablecido en cada lance, cada fisura es explorada por cada entrenador. Pero, también, la sorpresa, la imaginación, el ingenio, la individualidad o la asociación inesperada de unos cuantos jugadores se antojan esenciales. Obcecado en el pase en largo a Sorloth (también a las rupturas esporádicas de Nico González), el Atlético quedó sofocado de primeras por el Sevilla.
Cada pelotazo de Giménez o Hancko desde el centro de la defensa (Le Normand rotó de inicio tras jugarlo todo de titular) hacia los 195 centímetros del noruego, tan centrados, fáciles de defender para cualquier central de este nivel, representó una dinámica desatinada hasta la media hora, por más que fuera superior sobre el terreno: fue mejor también en la segunda jugada para apropiarse del ritmo, del juego y de las ocasiones.
Cierto que a costa de las limitadas intervenciones de Julián Alvarez, su mejor futbolista ofensivo, casi inadvertido durante todo el primer acto. Tan cierto como que todo lo tuvo bajo control en su defensa: el Sevilla apenas se acercó a Oblak más allá de su monopolio inicial del balón, medio remate de Isaac y una maniobra de Vargas al borde del descanso.
El Atlético dispuso de muchas más ocasiones en ese recorrido. En cuanto se salió de una línea tan marcada, a la que dio más variedad desde Baena y su infinita visión. Las tres primeras oportunidades surgieron de él. Es el salto del equipo para esta temporada. Un futbolista evidentemente diferencial, juegue donde juegue, este sábado al lado de Koke.
Suyo fue el golpeo a balón parado rematado por Giménez, en el minuto 8; también el pase a Sorloth, al que Vlachodimos negó el 1-0 a la media hora, o el centro que originó el remate al poste de Nico González ya en el minuto 37, después de la amortiguación con el pecho del ariete noruego. Instantes antes, un mal centro de Ruggeri rondó también el gol.
Aún fue más allá el Atlético antes del descanso, esta vez con una jugada trazada desde el plan original, con el balón largo que peinó Sorloth a la carrera rompedora a la espalda de Nico. La volea del argentino, escorada, cruzada, la repelió Odysseas Vlachodimos, ya por entonces el único argumento para sostener el 0-0. Después, Nico reclamó un penalti.
Ya era otro Atlético, más rico y elástico desde mucho tiempo antes, tal y como siguió después, en el uno contra uno que le proponía el Sevilla y Almeyda en cada sector de la partida táctica. Baena, por ejemplo, lo sufrió con Sow, que lo atosigó en cada control.
No llegó Julián a un centro para empujarla de Sorloth, insistente, como todo su equipo, que aumentó la ofensiva. El Sevilla se preparó para la resistencia, ya por los ocho córneres en contra a la hora de juego, al filo de la derrota, consumada desde un barullo y un penalti manifiesto y temerario de Nianzou a Giménez revelado por el VAR. El monitor lo evidenció, el árbitro lo señaló y Julián Alvarez lo transformó. Era el minuto 64.
Y una victoria merecida, que empezó mucho antes, pero que aún admitió dudas. Por el cambio de comportamiento del Sevilla, pero también del Atlético, dentro de esa dinámica que aflora con una mínima ventaja, en partidos así, en los que de repente, tras un gol, hay una tendencia, esta vez esporádica: el equipo rojiblanco cede terreno, su rival crece en ataque y aparece Oblak, que también contribuyó al triunfo, cuando se estiró para frustrar a Gudelj.
Justo antes del 2-0. Se lo inventó Giuliano, rápido en la recuperación, vertiginoso en la carrera y certero en el pase atrás que culminó Thiago Almada. Como el 1-0 a Osasuna de apenas dos semanas en el mismo Metropolitano. Es una fortaleza. Ya al borde del minuto 90, Griezmann anotó el 3-0.
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