De Todo Un Poco
Penev y su carácter indomable, en el corazón de los atléticos
La noticia ha dejado helados los corazones de los atléticos. Los de aquellos que vibraron y corearon su nombre cada partido en el mítico Vicente Calderón la temporada del histórico doblete (1995-96). Luboslav Penev, genio y figura, juega su partido más importante en un hospital de Alemania, donde lucha contra una grave enfermedad.
Penev es leyenda del Atlético, que nunca olvidará su enorme contribución al doble título del 96. Un curso imperecedero, grabado para siempre en las entrañas de los rojiblancos. Una alineación titular para los anales. Once nombres que los aficionados colchoneros aún recitan de memoria. Molina, Geli, Solozábal, Santi, Toni; Vizcaíno, Simeone, Caminero, Pantic; Kiko y Penev. Todos, con Radomir Antic como entrenador.
Penev sólo estuvo esa campaña en el Atlético. Jugó 37 partidos de Liga, 36 de ellos como titular, y marcó 16 goles a los que añadió otros seis más en la Copa. El nueve, llegado del Valencia después de un año muy doloroso en el que estuvo siete meses de baja por un cáncer de testículo, enseguida se ganó el favor del Calderón.
Era un delantero inteligente, alto, de 187 centímetros, que sabía jugar de espaldas al arco contrario para girarse con elegancia y descargar el balón al compañero. Potente en el remate de cabeza y fino y sutil con la zurda. Un ariete tradicional, complemento perfecto para Kiko, su compañero de ataque.
Penev exhibía un carácter arrollador, dentro y fuera del terreno de juego. Salió de Valencia enfadado por el que consideró un trato injusto de sus directivos cuando la enfermedad le apartó de la actividad y también en el Atlético hubiese querido estar algún año más, pero Antic prescindió de él después de levantar el doblete.
Lubo decía lo que pensaba, sin pensarlo mucho. Como en el césped, era directo, rápido, intuitivo. Primero disparaba y luego meditaba. Por eso iba de frente. Al grano, sin rodeos, lo que le generó enemistades, pero le granjeó el afecto de la hinchada rojiblanca, como él, rebelde, insurgente.
Han pasado casi 30 años desde que Penev hiciese levantarse de sus asientos del Calderón a su fiel legión de seguidores, los mismos que disfrutaron con él y todo el equipo de la gloriosa celebración por las calles de Madrid del enorme éxito del 96. Inmortal la imagen de Penev con el pañuelo rojiblanco en la cabeza en los festejos. Fue una tarde para la posteridad.
Ya no existe el Calderón. El Atlético y su afición viven desde 2017 en el nuevo Metropolitano. Un majestuoso estadio, al nivel del crecimiento del club y del equipo. Un recinto de vanguardia desde cuyas tribunas sigue retumbando cada partido el viejo himno, el «yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calderón». Un Calderón que nunca muere. Tampoco Penev, mito del Atlético. Artífice del doblete. Siempre en el corazón de los hinchas rojiblancos. EFE
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