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Orison Amaya: «He llorado por Marathón, pero la tarea no ha concluido»

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Ser presidente centenario de un club de fútbol a veces no es planificado, es un premio por la labor o por el contexto en que llegan a apoyar a clubes de cualquier deporte y eso mismo ha vivido Orison Amaya en Marathón, quien sin soñarlo le tocó esa tarea histórica en el equipo decano del fútbol hondureño.

«Son cosas que no se planifican, sencillamente Dios le permite a uno estar allí y hacer lo mejor, porque no es un año más, más es una fiesta que viviremos nuevamente esta generación de aficionados y directivos», dijo Amaya en diálogo con Diario Más.

Amaya, quien cumple en diciembre 10 años al servicio del club, asegura que la tarea no sería efectuada sin el apoyo familiar: «Estamos agradecidos con Dios permitirnos esta bendición de celebrar el centenario desde ese honroso puesto. Quisiera ser recordado como alguien que dio todo por el club, alguien que amó estos colores y decir al final, valió la pena el esfuerzo, solo Dios sabe lo que hemos hecho todo este tiempo», dijo.

Pero lo de Marathón no solo lleva diez años, es toda una vida, contada con la emoción de un auténtico «verdolaga»: «De niño iba al estadio Morazán, porque me escapaba de la casa como un aficionado común y corriente, que iba a solo, pero desde 2007 ya me involucré como directivo, asumiendo cargos importantes hasta la presidencia», confesó.

Fue muy honrado en reconocer que si bien es cierto era una alegría ser directivo, pero no estaba en planes la presidencia: «Llegué por circunstancias a la presidencia y allí hemos crecido, sufrido y desarrollado nuestra gestión con la ayuda de Dios de muchos maratones que nos siguen apoyando a cambiar al equipo, transformarlo poco a poco, con el compromiso de hacer más grande al club a medida pase el tiempo», agregó.

El jerarca verdolaga tiene muy claro al Marathón que lo enamoró del club: «Lo veo al equipo desde 1982, pero mi primer título de 1985, no olvido el gol de Roy padilla como anotó de cabeza y luego la final que perdimos en 1987», recordó.

También no dudó en reconocer quién fue su ídolo: «No había otro más que Gilberto Leonel Machado, sus goles, liderazgo nos hacían vibrar cada que vez que lo íbamos a ver al estadio. Es un sueño hecho realidad el homenaje que le hicimos, ya que estoy premiando a un jugador que me dio tantas alegrías», afirmó.

No hubo nostalgia al recordar como iba al estadio Morazán en su juventud: «Iba vestido como cualquier hincha, me manchaba la cara con los colores del equipo y en una final me dibujé un balón del club en mi cabeza y fuimos campeones. Fui un apasionado de equipo como cualquier aficionado, pero ahora se sufre distinto como directivo», recordó.

Al Marathón no lo lleva en la sangre, en su familia hay diversidad de equipos: «Mi mamá es Real España y Marathón, mis hermanos son Real España, mi hermana Marathón y mi papá Olimpia. Él me llevaba al estadio a ver a Olimpia ante Real España y Marathón, pero al final entro en razón y respetó mi gusto por mi equipo», comentó.

Para Orinson ser del Marathón, es algo que nace de sí mismo: «No soy Marathón de herencia, me gustaron los colores, ahora mi familia me apoyan y están orgullosos de mí, mientras mi esposa y mis hijos están en las buenas y las malas», explicó.

Lo que sí dijo con cierta jocosidad es que su familia no sabe realmente su inversión en el club: «Mi esposa no sabe la carga económica que se invierte realmente en el equipo, hoy por hoy, estamos sólidos, pero en general el gasto es grande. He puesto en riesgo el patrimonio mío porque mantener el Marathón no es barato», aclaró.

Respecto a la forma de manejo del club, lo dejó claro: «Estamos buscando a mercadear al equipo con empresas amigas, para hacer del club un equipo solvente. Hay empresarios que me apoyan sin nada a cambio y eso lo valoro».

También reflexionó de lo complicado que es no sacar resultados deportivos, a pesar de la dedicación al equipo: «No es fácil estar adentro, uno da hasta el 200 porciento y al ver que los resultados no se dan lógicamente da decepción, aunque estoy claro que no depende de uno, pero la gente no lo valora y esto molesta».

Fue muy claro en afirmar que el club no es de su propiedad: «No somos dueños del club, si hay alguien que tenga mejores ideas lo apoyaré, no busco protagonismo personal, sino ayudar a la grandeza del club», aclaró.

Un momento difícil en su gestión como presidente la vivió en la liguilla del torneo anterior: «Primero nos quedamos ante Olancho y luego ante Victoria, no pudimos ir a semifinales, ambas ante Olimpia, donde perdimos fácilmente 10 millones de lempiras, pero además sumamos el fracaso deportivo de no llegar a la final y ganarla, porque el objetivo era ser campeón», reconoció.

Ese momento es de los más tristes y acepta que las lágrimas fluyeron al decir poner la renuncia: «He llorado muchas veces, es un sentimiento inexplicable, cuando recuerdo todo lo que hemos vivido en el club, me dan ganas de llorar. A veces lo he hecho solo como sucedió en mayo, pero le pedí sabiduría a Dios, había renunciado, me despedí de los jugadores y al día siguiente llegue al complejo, lo vi abandonado, Dios me dio la señal, no habían pasado 24 horas, y todo era como cuando llegué, Él tiene un propósito y es que de que siga acá, todavía no es el momento del adiós», refirió.

Un tema muy importante es que el aficionado «verde» poco a poco está valorando el estadio y otras inversiones que no tienen otros clubes: «Hay algunos aficionados que sí sienten orgullo de jugar en su estadio, por el ambiente que se ve, de familia, pero algunos creen que es fácil ser campeón y no es así porque hay que competir con equipo financieramente fuerte, de repente ellos no saben que el primero que quiere ser campeón soy yo», explicó.

Dentro de los logros deportivos, la Copa del 2018 tiene mención especial: «Somos el primer equipo en celebrar un título en su estadio, siendo una inmensa a alegría, ya que veníamos de una crisis económica difícil. Ese campeonato apaciguó las aguas y luego en los siguientes años hemos mejorado económicamente con el patrocinio televisivo y ahora se ven las cosas desde otra perspectiva», apuntó.

En la actualidad el centenario generó gastos, pero los planes no se frenan: «Sacamos los ahorritos para hacer un gran centenario con un parido ante Pachuca, con buenas contrataciones, jugadores de buen nivel, un gran cuerpo técnico y las remodelaciones del complejo deportivo que incluye el estadio. Hemos invertido más de 16 millones de lempiras mantenimiento estadio, incluidas las máquinas para darle el mantenimiento a las dos canchas, la de juego y la de entreno», agregó.

Uno de los sueños a futuro es el legado que espera dejar: «Yo lo quiero dejar sin deudas, con una base de jugadores jóvenes, iluminar el estadio y hacer los palcos, con una estructura distinta y con varios campeonatos logrados», apuntó.

Amaya acepta que la deuda ha bajado, pagó la vieja y ahora saben manejar los gastos: «Hay una deuda con una institución bancaria, pero manejable. Antes nadie quería prestarle al Marathón, pero ahora tenemos créditos y financiamiento para poder salir adelante. Pagamos una deuda de más de 14 millones, donde que hasta los muertos revivían cobrando deudas y yo me preguntaba por qué me había metido a este rolo, pero hoy las deudas son manejables, podemos pagarlas y estamos al día», admitió.

Finalmente, habló de la actualidad del club con el estratega, el argentino pablo Lavallén: «El trabajo con Pablo es a corto y largo plazo, estamos en conversación para ampliarlo, es un gran profesional y un gran ser humano que nos tiene soñando con la copa, lo que sería un cierre de año soñado, campeón en el centenario». (GG)

 

 

 

 

 


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