De Todo Un Poco
La precariedad laboral de los futbolistas sudamericanas golpea a la Liga de Naciones
El gráfico de las alineaciones para el clásico limeño de agosto entre Sporting Cristal y Alianza Lima dejó al descubierto una realidad silenciosa del fútbol femenino en Sudamérica: la precariedad laboral de las jugadoras, una problemática que impacta la naciente Liga de Naciones de la región.
En vez de mencionar la posición de campo de las jugadoras, como es habitual, la transmisión de televisión reveló la segunda ocupación de las protagonistas del balón: la lateral Gabriela García también es modista, la mediocampista Fabiana Oribe es médica y la volante Rubí Acosta es repartidora.
Sin contratos que cubran todo el año, debido a la corta duración de las ligas, y con pagos muy inferiores a los hombres, la mayoría de las jugadoras sudamericanas deben combinar su carrera deportiva con otros empleos para sobrevivir.
Solo el 24% de ellas puede dedicarse exclusivamente al deporte más popular, según un estudio de la Universidad de Chile de 2023.
La Liga de Naciones de Sudamérica, el primer torneo clasificatorio de la región para un Mundial femenino, que el martes celebrará su segunda fecha, no es ajena a las maromas que las mujeres hacen para mantener viva la llama de su pasión.
La competición regional de selecciones, que se jugará en fechas específicas hasta junio próximo y repartirá dos copas para Brasil 2027 y otras dos para un rechaje intercontinental, arrancó en momentos en que ya finalizaron los torneos locales.
– El plan B –
Muchos de los futbolistas deberán esperar meses para que comiencen las nuevas competiciones y, por fin, a recibir el salario. Además, deben mantenerse en forma por su cuenta.
«Me encantaría poder vivir de lo que tanto disfruto, jugar», dice a la AFP Melanie Chirinos, que defiende a la selección de Venezuela y al campeón de ese país, el ADIFFEM.
La promesa vinotinto, de 17 años, tiene claro que debe estudiar, ya sea nutrición o educación física, para evitar pasar apuros y poder alcanzar su meta: comprarle una casa a su mamá.
«El fútbol es una montaña rusa», asegura. «Por tanto, sacar una carrera ya su vez seguir jugando me parece ideal».
Los futbolistas apenas reciben bonificaciones cuando son convocadas por sus selecciones. Lo mismo sucede con los varones, aunque suelen recibir montos mayores.
Ellas se rebuscan -ya la vez reclaman con frecuencia mejoras en sus condiciones a las autoridades futbolísticas nacionales o regionales- para obtener nuevos ingresos mientras no compiten.
Los contratos de las jugadoras deben ser estables, con «proyectos a mediano y largo plazo» y no por «la inmediación del resultado», manifiesta a la AFP Daniela Díaz, entrenadora del club Universidad Católica de Quito.
Varias jugadoras de Colombia, favoritas para quedarse con un cupo al Mundial ante la ausencia del todopoderoso Brasil, clasificado en su condición de anfitrión, dijeron a la AFP que han conseguido acuerdos publicitarios con marcas deportivas para compensar la falta de ingresos.
«Los torneos a nivel de selecciones van por buen camino, el nacimiento de la Liga de Naciones es una gran noticia para el fútbol femenino, pero todavía por el lado de los clubes falta mucho y ahí es donde tiene que seguir trabajando la Conmebol», considera la analista y narradora colombiana María Franco.
– Luchar para ganar –
A diferencia de Estados Unidos y Europa, en Sudamérica los estadios todavía no se llenan para acompañar los torneos femeninos.
El sindicato mundial de futbolistas profesionales FIFPRO alertó el año pasado sobre la existencia de un desarrollo desproporcionado entre las competiciones europeas y norteamericanas frente a las sudamericanas, africanas y oceánicas.
«Como pasa acá en Uruguay y en muchos lugares, primero tenés que demostrar para que te den las condiciones: ‘ganá y después te doy'», explica a la AFP la portera uruguaya Josefina Villanueva, de 25 años.
La guardameta del Nacional de Montevideo y de la Celeste, graduada en educación física, tiene otras tres ocupaciones por fuera de los terrenos de juego, entre ellas dictar clases en un colegio.
Todo esto a pesar de formar parte, asegura, del «único» club en Uruguay en el que todas las jugadoras tienen contrato.
«Salgo de entrenar, me voy a trabajar y andando todo el día en la vuelta (trabajando)», afirma Villanueva. Pero «si con poquito estamos logrando cosas importantes, imagínate si tuviéramos un poquito más».
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