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Tahl Leibovitz, de la cárcel a leyenda paralímpica
El estadounidense Tahl Leibovitz es uno de los jugadores más respetados del circuito internacional del tenis de mesa. Encadena siete Juegos Paralímpicos y, como deportista, ha encontrado la paz y la estabilidad que no tuvo en su infancia y adolescencia, marcada por los abusos de sustancias de sus padres y su paso por la cárcel.
Leibovitz (Nueva York, Estados Unidos; 1975) encontró hace muchos años en el deporte una nueva forma de vida. Una esperanza y un rayo de luz tras una infancia marcada por las enfermedades mentales y abuso de sustancias de sus padres. Esa circunstancia le llevó a verse sin hogar a los trece años.
“Pasé por muchos momentos de bajón. Vivía en el tren E y en el metro de Nueva York intentaba conseguir comida para no ir a la cárcel. Aún así, pasé por prisión unas cincuenta veces. Robaba comida. Si intentabas alimentarte, te metías en problemas. No era el mejor chico. Cometía fraudes con tarjetas de crédito e intentaba conseguir dinero lo mejor que podía», declara Leibovitz, que en París afronta sus séptimos Juegos Paralímpicos.
El deportista estadounidense, que padece osteocondroma, con un crecimiento excesivo de cartílagos y huesos, caracterizado por tumores óseos no cancerosos, como los nueve que tiene repartidos por todo el cuerpo, empezó a jugar al tenis de mesa cuando tenía quince años.
“Fui al club de chicos y chicas de South Queens. Me interesaban las artes marciales y decían que el tenis de mesa era bueno para los reflejos. Así que empecé a practicarlo y me gustó. Me volví muy bueno en eso”, comenta.
En 1995, con 21 años, Chris Lehman, entrenador del equipo de tenis de mesa paralímpico de Estados Unidos, lo convenció para que formara parte del equipo nacional. Hizo su debut en los Juegos de Atlanta en 1996 y ganó el oro en individuales y el bronce por equipos.
En París, a sus 49 años, ha competido en la categoría 9, en dobles, junto a su compatriota Ian Seidenfeld. Su debut en el Arena Sur no fue el mejor y perdieron 3-0 con los chinos Chaodong Liu y Yiqing Zhao.
“Se trata de la batalla con uno mismo. Tratar de superarse, tratar de hacer lo mejor que uno pueda, y no darse por vencido. Hay que tener confianza. Tengo casi cincuenta años así que ha pasado mucho tiempo, pero el tenis de mesa realmente me ayudó y cambió las cosas para mí”, confiesa.
Leibovitz, aparte del deporte, también dedica su tiempo a ayudar a los demás para que gente que ha tenido un problema pueda tener una segunda oportunidad.
“Soy trabajador social en Nueva York y esta ocupación me da mucha satisfacción. No lo cambiaría por ningún otro trabajo. Ayudo a personas con depresión, ansiedad, esquizofrenia y trastorno bipolar. Busco ayudarlas a mejorar su funcionamiento”, comenta el deportista americano, que ha publicado su autobiografía como terapia.
En el libro detalla cómo escapó de la desesperanza y la violencia de una vida en las calles. Los momentos malos, esa parte oscura de una vida dura, pero también el camino hacía una recuperación y una reinserción plena en la sociedad.
Los Juegos Paralímpicos son una ilusión y un faro de ilusión cada cuatro años. Mucho ha cambiado desde Atlanta-96 pero la ilusión es la misma.
«He estado en muchos Juegos. Cada vez se nota más el cambio del movimiento paralímpico pero París, hasta el momento, están siendo mis favoritos. Por la ciudad, por la gente, por todo. Están siendo geniales», concluye. EFE