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De Todo Un Poco

Los cuartos de Champions reflejan el éxito del ADN Barça

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El Barcelona no pasa por su mejor momento. Es evidente. Las turbulencias deportivas posteriores a la marcha de Leo Messi y las catastróficas consecuencias de la gestión de Josep Maria Bartomeu condicionan el día a día del club. ‘Caso Negreira’, caída a la Europa League, crisis de la ‘era Xavi’ y posterior resurgimiento… Pero nada quita que el escudo azulgrana sea uno de los más legendarios de la historia del fútbol, sobre todo el más contemporáneo.

Su ADN, una expresión a la que se alude mucho como reflejo del estilo de juego de posesión que lleva tantas décadas implantado en la Ciudad Condal, es de éxito. Se gana infinidad de diatribas del público cuando no muestra su cara más efectiva, aunque es indudable que está en el cómo y el porqué de la gloriosa etapa de Pep Guardiola en el Camp Nou. También jugó un papel clave en el ‘Triplete’ Eurocopa-Mundial-Eurocopa de la Selección Española, con un centro del campo fabricado en La Masia, que salpicó también otras demarcaciones de las pizarras de Luis Aragonés y Vicente del Bosque.

Por la mala deriva reciente de los catalanes, sus trazas diferenciales se han puesto más en duda que nunca. ¿Debe el presidente Joan Laporta facilitar la llegada de un entrenador que deje un poco de lado tanta deferencia por el control de la pelota? De momento, la negativa es rotunda. Esta forma de concebir la pelota ha llenado las vitrinas de títulos y a los aficionados, de orgullo. Es comprensible que nadie quiera desprenderse de él.

Esta idiosincrasia ha sido tan exitosa que va más allá de lo que incumbe al Barcelona. Se ha expandido a toda Europa. En la presente temporada, más en concreto, hay una evidencia: los cuartos de final de la Champions League. De los ocho entrenadores que comparecen, cuatro presumen de pasado en el conjunto ‘culé’ de un modo o de otro y todos se han visto influenciados por el ‘modus operandi’ de la institución azulgrana.

Luis Enrique y la ‘era MSN’

Hubo que esperar cuatro años desde la marcha de Pep Guardiola para que el Barcelona volviera a ganar la Champions League. Lo logró Luis Enrique. De carácter rudo y lleno de ambición tras su paso por el Celta de Vigo, venía de ganarse una imagen de técnico distinto. Nadie olvida cuando empezaron a hacerse virales sus vídeos encima de un andamio para dirigir mejor los entrenamientos del conjunto celeste.

Instalada esta forma de trabajar en la Ciudad Condal, cohesionó a uno de los tridentes más exitosos de la historia del club, la ‘MSN’. Leo Messi, Luis Suárez y Neymar armaron una línea ofensiva letal que echó a temblar a cualquier defensa de Europa y que levantó la ‘Orejona’ en 2015 como obra máxima de este periodo de apogeo. La terna llevaba su unión más allá de los terrenos de juego. Eran -son- un grupo de amigos y, en el campo, bailaban. Sus jugadas fueron un deleite para el espectador. Y lo siguen siendo.

Más adelante, ‘Lucho’ tomó las riendas de la Selección Española y su etapa llegó a término sin que consiguiera ningún trofeo, aunque jugó un papel clave en la consecución de la Liga de las Naciones, cuya ‘final four’ se disputó ya con Luis de la Fuente como sucesor. Ahora, se le ha encargado lanzar de nuevo la candidatura del Paris Saint-Germain a la máxima gloria continental en la que probablemente sea la última temporada con Kylian Mbappé.

La labor de Luis Enrique en el Parque de los Príncipes no es tan de gestión de estrellas como lo fue en los pasos de Christophe Galtier o Thomas Tuchel como de adaptación a un nuevo modelo. Nasser Al-Khelaïfi se ha dado cuenta de que la apuesta por ‘cracks’ asentados no es lo más efectivo y se ha decantado por talentos jóvenes como Lucas Beraldo a los que el estratega tiene que formar para que construyan su propio proyecto y se sientan parte de él a largo plazo. Así, ha alcanzado los cuartos de final.

Como futbolista, el asturiano también defendió la camiseta del Barcelona. De hecho, el morbo estuvo servido en su fichaje por el conjunto catalán, pues se produjo después de una estancia de cinco campañas en el Real Madrid, el eterno rival. Para finales del siglo pasado, los ‘merengues’ adolecían de un descarrilamiento deportivo que encontró, en una de sus consecuencias, la no renovación de un tipo que ha acabado siendo una leyenda en el Camp Nou.

Xavi, el cerebro del ‘tiki-taka’

El runrún es latente desde que vestía de corto: tiene que ser buen entrenador. El dominio del centro del campo que Xavi mostró en su etapa como futbolista es difícil o imposible de superar. Recibía la pelota y ya sabía cuáles eran sus posibles socios. Una vez alzaba la vista, tan solo era cuestión de seleccionar al que estaba más apartado o trazar desmarques imaginarios que sus compañeros seguían a la perfección. Era poesía futbolística.

En los últimos años de su trayectoria, se decantó por el Al Sadd para un cierre plácido que siguió a una transición lógica: su evolución a los banquillos en Oriente Medio aprovechando que Catar no presentaba un desafío de élite, ideal para comenzar, y que ya llevaba años empapándose del club. Tras un tiempo adquiriendo confianza y rodaje, asumió el plan de choque post-Koeman. El neerlandés ya llevaba un tiempo advirtiendo de las carencias de una plantilla en la que su sucesor también ha detectado falta de fondo de armario o de calidad desde 2021.

Aunque el egarense ha chocado bastante con la prensa en comparecencias en las que no comprendía la dureza de las críticas, es preciso reconocer también lo que le honra, no solo recordar estos rifirrafes: dio un paso adelante en un momento de nula esperanza y con un horizonte financiero oscuro. Consciente de que el margen en el mercado de fichajes iba a ser escaso y que el material con el que tenía que trabajar habría recibido satisfecho alguna pieza de lujo más, se puso manos a la obra y ganó la Liga.

Ahora, de hecho, se habla más de una posible continuidad a pesar de que ya ha anunciado que se marcha a final de temporada que del año sabático que la prensa catalana adelanta que tiene en mente. Tras su dimisión, los suyos son los que mejor rendimiento ofrecen en España y el tono de sus apariciones ante los medios se ha endulzado. ¿Qué habría pasado de haber llegado en un contexto más propicio? ¿No merece el cerebro del ‘tiki-taka’ más paciencia?

El palmarés que armó con los tacos en el verde habla por sí solo: 8 Ligas, 4 Copas del Rey, 6 Supercopas de España, 2 Supercopas de Europa, 2 Mundialitos de Clubes, 4 Champions Leagues, 8 Ligas, un Mundial y 2 Eurocopas. En la actualidad, afronta la posibilidad de engordar su gloria continental desde un plano táctico que siempre le ha apasionado. Nadie le da como favorito. Romper los pronósticos sería romper la puerta de salida.

Mikel Arteta, la llave para que los ‘gunners’ sean ‘winners’

Arsenal’s Spanish manager Mikel Arteta looks on during the English League Cup fourth round football match between West Ham United and Arsenal at The London Stadium, in east London, on November 1, 2023. (Photo by HENRY NICHOLLS / AFP) / RESTRICTED TO EDITORIAL USE. No use with unauthorized audio, video, data, fixture lists, club/league logos or ‘live’ services. Online in-match use limited to 120 images. An additional 40 images may be used in extra time. No video emulation. Social media in-match use limited to 120 images. An additional 40 images may be used in extra time. No use in betting publications, games or single club/league/player publications. /

Su pasado en el Barcelona no alcanza, ni de lejos, las cotas de sus rivales en los cuartos de final de la Champions League. Mikel Arteta creció, deportivamente, en San Sebastián, donde coincidió con Xabi Alonso, otro técnico joven de moda, durante cerca de una década. Con 16 años, los ojeadores de La Masia se fijaron en él para potenciar a su filial y, dos temporadas más tarde, se comprometió con el Rangers previo paso por el PSG para iniciar una carrera lejos de la Ciudad Condal.

Tras defender el escudo de la Real Sociedad, se especializó en la Premier League con el Everton y el Arsenal. A la hora de colgar las botas, dibujó cada paso de su ascenso a los banquillos con cautela. Empleó un tiempo en aprender bajo la tutela de Pep Guardiola y, ahora, es su principal contrincante en la pugna por el título de la Liga Inglesa. El Emirates Stadium, vilipendiado por no encontrar un rumbo tan ganador como el de la ‘era Wenger’, confió en él mirando al futuro y acertó. Las crueles bromas con las derrotas ‘gunners’ han dado paso a un etapa de ‘winners’.

Al ala del vasco, han crecido talentos como Martin Odegaard o Bukayo Saka y se han convertido en motivos de fe para la parroquia londinense. También ha sabido explotar a jugadores sin hueco en el Etihad Stadium, con el que rivaliza en el presente, como Gabriel Jesus u Oleksandr Zinchenko. Ha alzado el estatus del equipo lo suficiente para atraer a Declan Rice en una operación de más de 100 millones de euros y se ha atrevido a sacar de la portería a un Aaron Ramsdale asentadísimo porque le convence más el trato de balón con los pies de David Raya.

La temporada pasada, se quedó con las ganas de que su revolución valiera para canjear la gloria nacional, pero oposita de nuevo en lo que resta de la presente edición y se ha plantado en los cuartos de final de la Champions, donde reta a un Bayern de Múnich tocado institucional y deportivamente. Hace tan solo una semana, protagonizaba un duelo táctico de caviar con Pep Guardiola, su exmaestro, y promete aportes interesantes para la cita con Baviera.

Otro aspecto que ensalza la figura de Arteta es su juventud. Con tan solo 42 años, es una de las figuras que enjuagan la validez de los estrategas de poca experiencia y mucha riqueza formativa, ideales para estructuras que buscan el largo plazo. Roberto de Zerbi, Rúben Amorim, Julian Nagelsmann, Domenico Tedesco, Marco Rose… Algo está cambiando y los clubes se adaptan: véase la llegada de Íñigo Pérez al volante del Rayo Vallecano.

Pep Guardiola, profeta del ADN

Pep Guardiola fue profeta en su tierra e internacionalizó, en el fútbol moderno, el ADN Barça. Su aporte como entrenador ha trascendido a su papel vestido de corto. Es el principal rostro de la era contemporánea más exitosa de la historia del Camp Nou -o de Montjuïc ahora-, llevó el ‘tiki-taka’ a su máxima expresión, exprimió la versión más temible de Leo Messi y, una vez terminado su trabajo en casa, llevó este esquema a Alemania y, ahora, saca pecho de haberlo hecho triunfar en Inglaterra.

Su etapa en el Bayern de Múnich se cerró con la falta de una Champions League que hubiera dado sentido a la contundente apuesta que los despachos del Allianz Arena llevaron a cabo por él y cuyos réditos sí ha disfrutado el Etihad Stadium. De propiedad acaudelada en lo económico, se le proveyó de multitud de ‘cracks’ que han empleado años en comprender e interiorizar su estilo de juego, que ha incluso reinventado para difuminar las demarcaciones y dar rienda suelta a la creatividad del talento.

Aunque la espera por la gloria continental llevó a los escépticos a arquear sus cejas, la temporada pasada halló la culminación de su proyecto con el primer trofeo en la máxima competición europea de los registros ‘sky blues’. Todo lo que se logre después de este hito será un extra. Su paso por el club celeste ya ha marcado un antes y un después y hasta ha influido en el deporte español. Rodri Hernández, a sus órdenes, se ha convertido en el mejor pivote del planeta.

Atendiendo a su implantación del ADN azulgrana, esta aventura le ha ayudado a contrastar que dominar al rival con una perpetua posesión del esférico necesita beber de delanteros efectivos. Erling Haaland es uno de los argumentos por los que ganó la Champions, en la que, este año, defiende trono. Su cara a cara con el Real Madrid se interpreta en muchas mesas como una final anticipada. Ganarla puede ser la antesala de otro baño en oro.

Cuando la odisea de Pep Guardiola en el Manchester City termine, será interesante estudiar sus movimientos, pues supondrán bien una internacionalización más ancha de sus pizarras o bien una vuelta a casa. Nadie le descarta para volver al Barcelona en algún momento de una carrera a la que todavía le quedan muchas noches de historia: solo cuenta 53 primaveras. Si no es de su apetencia, ya ha puesto el ‘tick’ verde sobre tres de las cinco grandes ligas. Ir a por el récord de Ancelotti puede ser un reto estimulante y no conoce Italia ni Francia. (Besoccer)

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