De Todo Un Poco
Fútbol y crimen se unen en «11 tiros», docuserie presentada por Mijatovic

El fútbol, el mayor espectáculo que se puede ver en la tierra, tomará el mayor protagonismo a partir de este domingo con el Mundial de Qatar. Un deporte donde se desborda la fama de sus figuras, el dinero y el lujo, pero que a su vez esconde su parte oscura: asesinatos, droga y secuestros.
Historias que son reales, tal y como refleja la docuserie «11 tiros», de Beta Spain, dirigida por Fernando Ureña, narrada por Mona León Siminiani y presentada por el exjugador del Real Madrid Pedja Mijatovic, el héroe de la séptima Champions merengue. Una serie innovadora, por primera vez se unen en TV el fútbol y el «true crime»
«11 tiros» se adentra en la otra cara del deporte rey, en ese costado sombrío que desconoce el aficionado y que rara vez salta a las pantallas de TV si no es como noticia de sucesos. La serie cuenta casos reales, desde la relación de Maradona con la Camorra napolitana al secuestro de Quini, pasando por el asesinato del aficionado Mikel Zabaleta o el de futbolista colombiano Andrés Escobar.
Mona León Siminiani, autora y presentadora del podcast de la Cadena SER, ‘Negra y Criminal’, un espacio de miedo, suspense, intriga y crimen, ejerce de hilo conductor entre los testimonios, las ilustraciones y las recreaciones.
MARADONA, LA CAÍDA DE UN DIOS PREMATURO
«11 tiros» enfoca en su inicio a Maradona, un Dios desde niño. Cuando llegó al Nápoles, y en el día de su presentación, un periodista le preguntó al fenómeno argentino si conocía la “influencia en el fútbol” de la mafia. El dueño del club, Corrado Ferlaino, intervino de inmediato y expulsó de la sala al periodista.
La amistad del «Pelusa» con el capo de los Giuliano le atrapó en su adicción a la cocaína. Maradona se enganchó al ambiente de la mafia. Paralelamente, en el campo, seguía siendo el mejor con la pelota. Tras dos temporadas de adaptación, Maradona llevó al Nápoles a su era dorada, ganando el Scudetto, la Copa y la UEFA.
Las imágenes reflejan un hecho ocurrido en 1989. Un grupo de delincuentes atracaron el Banco de Nápoles, donde Diego guardaba sus tesoros. En el robo, Maradona perdió varios relojes de lujo y su Balón de Oro del Mundial de 1986. Contactó con un líder de la Camorra, Salvatore Lo Russo, para recuperar sus objetos. Y así lo hizo. Maradona recuperó toda su fortuna menos una cosa, la más preciada de todas: el Balón de Oro.
Lo Russo dio con el clan que había ejecutado el robo, pero solo pudo confirmar que habían fundido el trofeo del argentino para después vender en el mercado negro los lingotes de oro. Esa noticia fue el principio del fin de Maradona.
El crack argentino se enfrentó a un juicio por narcotráfico en el que lo condenaron a una pena de 14 meses de cárcel, que no cumpliría. Maradona casi que tuvo que abandonar el país y fichó por el Sevilla. Durante ese tiempo que le prohibieron jugar, su consumo de cocaína se disparó y su aumento de peso se hizo evidente. El mito había caído.
ZABALETA, UN SEGUIDOR VASCO ABATIDO POR EL FRENTE
La serie aborda el caso de un aficionado, Aitor Zabaleta, seguidor de la Real Sociedad asesinado el 8 de diciembre de 1998 en los prolegómenos de un partido de octavos de final de la UEFA entre el Atlético de Madrid y el club donostiarra.
Zabaleta, de 28 años, entró en un bar 3 horas antes del partido con su novia, cerca del estadio donde se va a disputar el encuentro, el Vicente Calderón. En el local, un grupo de hinchas del Frente Atlético se mofa de ellos. La pareja no quiere polémica y se va, pero les persiguen. Aitor y su novia apuran el paso hasta llegar al paseo de los Melancólicos, a 100 metros del estadio. Pero allí les alcanzan y les rodean junto a otro grupo de neonazis.
El vasco se enfrenta a ellos y Ricardo Guerra, de 24 años, le apuñala a sangre fría en el costado izquierdo, alcanzándole el corazón. El Samur atendió inmediatamente al herido y lo envió al quirófano, donde es operado de urgencia, sin que se pudiera evitar su fallecimiento.
SECUESTROS DE QUINI Y CRUYFF
La historia del secuestro de Enrique Castro «Quini» tiene sitio en «11 tiros». El 1 de marzo de 1981 el delantero asturiano se dirigía al aeropuerto a buscar a su esposa y dos hijos tras vencer con el Barça al Hércules por 6-0.
A punta de pistola, dos asaltantes le obligaron a subir a su coche, automóvil que después abandonan y cambian por una furgoneta en la que conducen a Quini a un paradero desconocido. Mari Nieves, mujer del futbolista, al llegar a El Prat y no verle ni allí ni en su casa, alerta a la policía.
Los secuestradores piden un rescate de 100 millones de pesetas que deben ser depositados en Suiza. La policía española y la suiza consiguen que se levante el secreto bancario y descubren al titular de la cuenta: es uno de los secuestradores, Víctor Manuel Díaz Esteban, que llega a Suiza para cobrar el rescate.
La extracción permite su localización. A las seis de la tarde se le detiene en Ginebra cuando se dirige a coger un avión a París.
Poco después confiesa dónde se encuentra Quini: encerrado en el subterráneo del taller mecánico ubicado en el número 13 de la calle Jerónimo Vicens de Zaragoza. Diez minutos después, desde la Dirección de Policía contactan con Mari Nieves. El gran goleador asturiano es libre al fin.
EL legendario Johan Cruyff y su esposa fueron objeto de un intento de secuestro en Barcelona. El propio jugador neerlandés confirmó esa información años después, cuando apenas se conocían detalles.
Todo ocurrió en su casa de Barcelona, el 17 de septiembre de 1977. “Vino alguien con un rifle, nos ataron a mi mujer y a mí, los niños estaban en el piso de Barcelona…”. Finalmente se trató de un secuestro frustrado, pero dio pie a diversas opiniones que de una forma u otra hicieron huella en la vida del famoso jugador.
Tras el intento de secuestro la policía vigiló durante cuatro meses la casa de la familia, a sus hijos y a él. Traumatizado, Cruyff renunció al mundial y estuvo “a punto” de retirarse. Además de suponer su renuncia al Mundial, este episodio provocó su salida del FC Barcelona con destino Estados Unidos.
JOSÉ ANTONIO SANTAMARÍA, ÚNICO JUGADOR VÍCTIMA DE ETA
Es 19 de enero, víspera de la Tamborrada de 1993, Un día festivo en San Sebastián, José Antonio Santamaría, alias “El Tigre”, fue abatido en la Taberna Gaztelupe, uno de los templos de los «txuri urdin», por 3 hombres vestidos de blanco y azul. Nadie sospechaba nada.
Uno de ellos se pide una copa. Otro, señala a José Antonio Santamaría. El tercero le dispara. A sangre fría, en la nuca. El cuerpo del exjugador de la Real Sociedad, indefenso, se derrama sobre la mesa del restaurante, en medio de la incredulidad y el asombro de sus amigos y comensales.
“Nunca olvidaré que mientras nuestras vidas se rompían seguían los tambores”, dice su hija en el 23 aniversario de su muerte.
Los atacantes eran 3 miembros etarras del Comando Donosti: Valentín Lasarte, José María Iguerategui y el asesino, Olarra Guridi, condenado en 2007 a 28 años de cárcel.
Santamaría era un tigre como defensa central, jugó en el Eibar, el Hércules, el Sabadell y la Real Sociedad, pero también lo fue en los negocios, dirigiendo la discoteca Ku de San Sebastián y luego el Ku de Ibiza -actual Privilege-, uno de los clubes nocturnos más grandes del mundo.
En noviembre de 1990 Diario 16 y Egin filtraron un informe judicial, conocido como Informe Navajas que investigaba las supuestas conexiones entre guardias civiles adscritos a la lucha antiterrorista con grupos de contrabando y narcotráfico. Santamaría aparecía como uno de los supuestos cabecillas de esas redes de contrabando.
El jugador, quien era amigo personal de destacados dirigentes socialistas, especialmente de Txiki Benegas, tenía todas las papeletas para convertirse en un objetivo potencial de la organización terrorista ETA. Sigue siendo, a día de hoy, el único futbolista asesinado por ETA.
SITO MIÑANCO, REY DEL NARCO EUROPEO
El rey del narcotráfico europeo en los 80 era Sito Miñanco, quien decidió comprar el equipo de fútbol de su pueblo, el Juventud Cambados. Imitando al narco colombiano Pablo Escobar, monarca de Medellín, Miñanco se ganó el favor de su pueblo invirtiendo grandes sumas de dinero en el equipo local, que milita en categorías regionales. A partir de ahí empiezan los excesos.
Sueldos desproporcionados pagados en bolsas de plástico, coches de lujo, concentraciones en hoteles de cinco estrellas donde no faltan las prostitutas, desplazamientos a campos rivales en narcoplaneadoreas pilotadas por el propio Miñanco, celebraciones de ascensos con fiestas al más puro estilo narco, construcción de un nuevo estadio y festejos donde políticos homenajean abiertamente al rey del narcotráfico europeo.
Tras dos ascensos de categoría, el sueño como presidente de Sito Miñanco se rompe con la Operación Nécora. El juez Baltasar Garzón asesta un golpe a los clanes gallegos del narcotráfico y Miñanco abandona la presidencia del Juventud Cambados.
El tío de Sito Miñanco, copresidente del Cambados; jugadores de la plantilla y de equipos rivales; inspectores de policía y políticos narrarán en primera persona los años en los que el narcotráfico entró sin tapujos en el fútbol español.
COLOMBIA, AÑOS DE MUERTE EN LOS 80 Y 90
Los años 80 y 90 fueron años de muerte y violencia sin medida en Colombia. La guerra sin cuartel entre los carteles de Medellín y de Cali contra el propio Estado colombiano se trasladó también a los terrenos de juego: los grandes capos compraron diferentes equipos de fútbol y el narcotráfico extendió sus tentáculos controlando los clubes, a los jugadores y a los árbitros.
Entre los miles de asesinatos uno de los más llamativos fue el asesinato del árbitro Álvaro Ortega. Ortega había anulado días antes un gol decisivo del Deportivo Independiente Medellín, apoyado por Escobar, que jugaba contra el América de Cali, propiedad del cartel de Cali. Años después Popeye, uno de los sicarios del cartel de Cali, reconoce que asesinaron a Ortega por orden de Pablo Escobar.
EL CASO SEBAS
Otro capítulo de «11 tiros» se refiere a Sebastián Gómez Garrido, “Sebas”, jugador del Getafe murió tiroteado en una playa de Benicassim a las 2 de la madrugada cuando se encontraba junto a su novia en la arena costera. Una provocación de un hombre que se acercó a ellos acabó en pelea. El futbolista recibió tres tiros en el tórax y el abdomen que acabaron en el acto con su vida.
El asesino lanza inmediatamente el arma al mar, se cambia la ropa ensangrentada y, bloqueado y movido por el miedo, huye. Horas después de lo ocurrido, el hombre se entrega voluntariamente en la Comisaría de Castellón. Y no se trata de un quinqui valenciano, ni de un psicópata de manual. El asesino era un policía nacional de 43 años.
HISTORIAS DE NARCOS
El 23 de junio de 1994 el futbolista colombiano Andrés Escobar cometió el error de su vida. El zaguero zurdo de 27 años metió un gol en propia puerta de la selección de Colombia ante Estados Unidos, lo que supone la eliminación del equipo del Mundial. “La vida no termina aquí”, dijo Escobar horas más tarde del partido. Qué paradoja: diez días después del autogol, la vida de Andrés Escobar se terminó en el local El Indio, en Medellín.
Seis balazos repartidos por el pulmón, el estómago, el cuello y el antebrazo izquierdo acabaron con su vida aquel 2 de julio.
Eran tiempos de estrecha relación entre el fútbol y el narcotráfico. Los jugadores eran a menudo de títeres, tanto en Colombia como en el resto de Latinoamérica: Jhon Viáfara -internacional colombiano que jugó en la Real Sociedad-, Rafa Márquez -capitán mexicano-, Freddy Rincón -exdelantero del Real Madrid-, el “Emperador” Adriano -exdelantero brasileño internacional del Inter de Milán- o René Higuita. Todos estuvieron implicados en casos de narcotráfico.
BRUNO MATÓ A ELIZA
La historia de amor entre el portero brasileño Bruno Fernandes y Eliza Samudio duró poco, exactamente 12 meses, el tiempo justo hasta que él decidiese matarla. Él era futbolista profesional, ella su amante, una joven modelo, conocida por algunas relaciones con jugadores, y que había tenido una infancia difícil, prostituida por su padre y con una madre maltratada.
Eliza se quedó embarazada. El portero, un hombre con el temperamento suficiente como para liderar al equipo más importante de Brasil, negó que fuera suyo. Ahí empezó una relación de acusaciones y denuncias por la paternidad del niño.
Lo siguiente que se sabe es que ella desapareció. El día de su desaparición, según sus amigas, Eliza había ido a hacer las paces con Bruno a petición del futbolista. Finalmente, el 6 de julio de 2010,la policía detiene a un adolescente de 17 años en la casa del meta.
Ese joven, era primo de Bruno. Por orden del futbolista, él y un amigo de la infancia de la estrella del Flamengo habían secuestrado a Samudio y a su hijo en un hotel. De allí la llevaron a la finca del futbolista en Minas Gerais donde la ataron y torturaron.
La cosa llegó demasiado lejos y vieron que se había complicado demasiado todo como para dejarla vivir. A petición de Bruno acudieron a casa de un expolicía convertido en sicario que la estranguló y después la descuartizó. El adolescente no vio qué hizo el exagente con los pedazos del cadáver, pero sí que vio cómo le daba de comer una de las manos a uno de sus rottweilers.
Al día siguiente Bruno se entregó a la policía. Lo único que dijo era que lamentaba no cumplir su sueño de jugar con Brasil el Mundial de 2014. El Flamengo rompió su contrato y el abogado del club lo abandonó. La policía brasileña resolvía así un caso que acabó comparándose con el de OJ Simpson por su impacto mediático.
El último capítulo es el de Daniel Corrêa Freitas, un excentrocampista brasileño que apareció desnudo, decapitado y con señales de tortura en un pinar. Incluso tenía los genitales cortados. En este apartado se refleja el perverso asesinato, obra del empresario Edison Brittes, quien confesó que lo mató tras encontrarle en la cama con su mujer. Este es uno de los muchos ejemplos que demuestran que la realidad supera a la ficción. EFE
