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Olimpiadas

Juegos Olímpicos y política: entre boicots, exclusiones y atentados

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De la propaganda nazi a gestos contra el racismo, los Juegos Olímpicos tienen desde hace tiempo una relación estrecha con la política, que oficialmente queda al margen del evento pero que en la práctica está muy presente.

«Esta politización de los Juegos (de la era moderna) se remonta a su fundador, Pierre de Coubertin, y al estrecho lazo entre el naciente movimiento olímpico y el movimiento por la paz», explica a la AFP el profesor Jean-Loup Chappelet, de la Universidad de Lausana y experto en la historia olímpica.

«A finales del siglo XIX, cuando se creó el COI en 1894, había un deseo de utilizar los Juegos para promover la paz», apunta, «y los Juegos han sido siempre más que una serie de Mundiales, desde el principio hubo una voluntad de darles un objetivo político».

Utilizados por los Estados, el arma política a veces se ha vuelto contra ellos cuando activistas han usado su resonancia mundial para promover sus causas, sea pacíficamente (como el gesto antirracista de puños levantados de los atletas negros estadounidenses en 1968) o por la violencia (la sangrienta toma de rehenes de deportistas israelíes por un comando palestino en Múnich en 1972).

. Exclusiones
Los cronistas de la Grecia clásica reflejaban que Esparta, en los años 420 antes de Cristo, había sido excluida de los Juegos por no haber respetado la tregua olímpica, que imponía un parón en los combates.

En la era moderna, excluir a un país de los Juegos se ha convertido en una medida de impacto respecto a la comunidad internacional: los derrotados de la Primera Guerra Mundial (Alemania, Austria, Hungría, Turquía, Bulgaria) y luego los de la Segunda (Alemania y Japón) fueron excluidos de los Juegos de Amberes-2020 y Londres-1948, respectivamente.

La Sudáfrica del ‘apartheid’ (de 1964 a 1988, incluidos) y la Yugoslavia víctima de sanciones internacionales en 1992 son otros dos casos célebres de exclusión olímpica.

. Boicots
Por contra, algunos boicotearon los Juegos para ‘sancionar’ al país organizador o para oponerse a la presencia de la delegación de un país «hostil». Ese tipo de acción se utilizó sobre todo durante la descolonización y la Guerra Fría.

El movimiento empezó espectacularmente en 1956. Egipto, Líbano e Irak no acudieron a los Juegos de Melbourne para protestar contra la intervención militar franco-británica en el canal de Suez.

Simultáneamente, España, Suiza y Holanda rechazaron participar para denunciar la represión soviética del movimiento de revuelta en Budapest de ese año, mientras que China se retiró por la presencia de una delegación de Taiwán.

Hubo luego boicots ‘cruzados’ de los Juegos de Moscú-1980 por los estadounidenses y una parte de sus aliados (debido a la invasión de Afganistán por el Ejército Rojo) y de los Juegos de Los Angeles-1984 por el bloque soviético. Dos episodios especialmente simbólicos en la Guerra Fría.

También fue muy relevante la retirada de los Juegos de Montreal-1976 de países africanos que rechazaban tomar parte en los mismos junto a Nueva Zelanda, que había aceptado jugar al rugby contra la Sudáfrica el régimen racista del ‘apartheid’.

. Propaganda
En los inicios, los Juegos Olímpicos de la era moderna era más bien discretos, pero adquirieron una nueva dimensión en Berlín en 1936, cuando el régimen de Adolf Hitler quiso convertirlos en parte de un espectáculo grandioso al servicio de la propaganda nazi.

«A partir de ahí, los Juegos Olímpicos se convierten en un asunto muy importante», destaca el profesor Chappelet, «y eso ha continuado después de la Segunda Guerra Mundial, con esa confrontación permanente entre los bloques de Este y Oeste».

El símbolo político «ha sido utilizado por muchos gobiernos», apunta.

«Los Juegos de Roma en 1960 marcan el regreso de Italia al concierto de las naciones, los de 1964 marcan el de Japón y luego, en 1968 en México, fue el Tercer Mundo el que llegó. Después de la guerra (Segunda Guerra Mundial), los Juegos se convierten en un asunto geopolítico tan importante que los gobiernos muerden el anzuelo y ven interés político en organizarlos».

Las democracias también los utilizan como una vitrina, como Corea del Sur con Seúl-1988, España con Barcelona-1992, Reino Unido con Londres-2012 o como se propone hacer Francia con París-2024.

«El beneficio en términos de imagen es incluso la principal razón para organizar los Juegos hoy», analiza el historiador. «¿Por qué Japón no ha querido cancelar los Juegos cuando era la solución más sencilla? Porque no quiere perder el paso ante Corea (del Sur), que los organizó en invierno (en 2018) o con China, que organiza los Juegos de Invierno en 2022. Si los Juegos no se hubieran celebrado, la marca Japón iba a sufrirlo», subraya.

. Puños levantados y atentados
Los puños levantados de los atletas estadounidenses Tommie Smith y John Carlos en el podio de 200 metros de México-1968 para protestar contra el racismo en Estados Unidos resuenan con fuerza en 2021 después del movimiento ‘Black Lives Matter’.

Cuatro años más tarde, en Múnich en 1972, los Juegos vivieron el peor drama de su historia, con 17 muertos, entre ellos once rehenes israelíes, en un ataque perpetrado por un comando de la organización palestina Septiembre Negro.

En 1996, en Atlanta, un atentado de extrema derecha provocó un muerto y 111 heridos. (AFP)

 

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