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Fútbol Internacional

Alexandr Hleb cuelga las botas con la espina de no triunfar en el Barcelona

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El bielorruso Alexandr Hleb ha decidido colgar las botas tras más de 22 años de carrera. Brilló en el Stuttgart con Félix Magath y en el Arsenal con Arsene Wenger, pero le queda la espina de no triunfar con el Barcelona de Pep Guardiola.

«Estoy cansado. Mi organismo ya no se recupera como antes, pero amo el fútbol. En cuanto veo un partido por televisión, ya lo echo de menos», comentó hoy a Efe Hleb desde Minsk, donde anunció hace unos días su retirada coincidiendo con el estreno de una película sobre su carrera.

Niño prodigio del fútbol bielorruso, firmó su primer contrato con 16 años. Comenzó en el histórico Dinamo Minsk, llamó la atención del fútbol europeo en el Baté y saltó a la palestra en el Stuttgart (2000-2005).

«Jugar en la Bundesliga era mi sueño desde niño», comenta Hleb, posiblemente el mejor futbolista salido en los últimos 30 años de la antigua Unión Soviética junto al ucraniano Andréi Shevchenko y el ruso Andréi Arshavin.

Con el equipo alemán ganó la Intertoto (2002), aunque tuvo algunos roces con el exigente Magath, que siempre creyó que el bielorruso era un talento de talla mundial.

Cuando se había convertido en la mayor estrella del Stuttgart, Wenger llamó a su puerta. Había otros equipos interesados en sus servicios, entre ellos el Real Madrid, según reconoció su agente en la película, pero el técnico del Arsenal se llevó el gato al agua.

«El Arsenal fue la etapa más feliz de mi vida. Trabajar con Wenger es lo mejor que me podía haber pasado. Apreciaba y apoyaba a cada futbolista de manera personalizada. Siempre se preocupaba por nosotros. Sacaba lo mejor de cada jugador», reconoció a Efe.

Aunque no ganó ningún título con el equipo londinense, sí alcanzó la final de la Liga de Campeones en 2006, donde cayó ante el todopoderoso Barcelona (2-1) de Ronaldinho.

En Londres (2005-2008) forjó una gran amistad con el español Cesc Fábregas, el checo Rosicky y el francés Flamini, los centrocampistas más jóvenes del equipo y a los que el resto de la plantilla conocía como los «Spice boys».

«Cesc es mi amigo desde entonces. Seguimos en contacto. Él ama el fútbol igual que yo. Está feliz en Mónaco», señala.

Hleb considera al técnico francés «la mayor influencia» en su carrera, y por eso le fue tan difícil abandonar el Arsenal con destino al Barcelona (2008-2009). Precisamente, fue Cesc quien le dijo que el Barcelona seguía sus pasos.

Wenger admite que intentó convencerle de que se quedara y cree que esa decisión fue el mayor error de su carrera, ya que considera que el mundo del fútbol nunca llegó a ver todo el potencial que Hleb llevaba dentro debido su fracaso en el equipo catalán.

«Fue totalmente culpa mía, no de Guardiola. Él hizo todo lo posible para que me adaptara rápido al país y al grupo, y que aprendiera el idioma», confiesa ahora.

Solo después se supo que los problemas personales -ruptura y divorcio con su primera esposa- son los que impidieron al bielorruso brillar con la casaca blaugrana, más aún cuando fue el propio Guardiola quien le llamó para que fichara por el Barcelona con la idea de que formara un tridente atacante con Messi y Henry.

«Yo mismo me comporté como un tonto. El colectivo era muy bueno. Lamento no haber aprendido a hablar español», señala Hleb, que domina el inglés y el alemán.

No le favoreció el lesionarse en el primer partido de liga ante el Racing de Santander y que el equipo comenzara a carburar en su ausencia. Aunque jugó 36 partidos ese año, recuperar la titularidad ya fue imposible.

«Guardiola es un gran técnico, pero es verdad que debutaba como entrenador del primer equipo. Quería éxitos rápidos. Cuando once futbolistas juegan a gran nivel, ya no quieres cambiar», apunta.

Ganó la liga, la copa y la ·Champions·, pero el hecho de no haber sido ni siquiera convocado por Guardiola para la final ante el Manchester United (2-0) acabó por convencerle que con el técnico catalán su futuro era negro.

Con todo, guarda grandes recuerdos de haber jugado y entrenado con jugadores como Messi, Iniesta y Xavi.

«Entrenar con ellos es increíble, es el cosmos!, asegura, con una expresión muy rusa.

Le gusta recordar que a veces en medio de los entrenamientos se paraba y sonreía viendo a Xavi: «No cometía ningún fallo ¿Cómo es posible?».

Tuvo la oportunidad de fichar por el Inter de Milán. Le llamó personalmente José Mourinho, pero él ya le había dado el sí al Stuttgart. El equipo italiano acabó ganando esa temporada la liga italiana y la «Champions».

Desde entonces, su carrera ya nunca fue lo mismo. Volvió al Stuttgart y después deambuló durante diez años por el fútbol alemán (Wolfsburgo), inglés (Birminghan), turco, ruso y bielorruso hasta que disputó sus últimos partidos en el modesto Ispoch.

Aunque no le gusta mirar atrás, cree que su carrera fue buena en un 65 %. Jugó en grandes equipos, aunque, como aseguran Wenger o Guardiola, tenía cualidades para llegar más alto.

«Tuve una gran carrera. Cometí un par de errores, pero guardas buenos recuerdos de todos los clubes. El Barcelona era el mejor equipo del mundo y en el Arsenal fui muy feliz. Aunque mi mayor pesar es no haber disputado ningún torneo de naciones con Bielorrusia. Representar a tu país en una Eurocopa o un Mundial es un gran honor», asegura.

Como persona que se define loca por el fútbol, quiere seguir vinculado con el deporte que le dio tantas alegrías y tristezas, pero no se ve como entrenador, un trabajo que considera «muy exigente».

«Quiero ayudar a desarrollar el fútbol en Bielorrusia. Veo otros pequeños países que crecen y logran resultados, sea en la absoluta o en juveniles. Y nosotros, mientras, parecemos anquilosados», señala.

Cree que, mientras Rusia y Ucrania se clasifican para los grandes torneos -ambas selecciones disputarán la Eurocopa-, Bielorrusia «va para atrás».

Una inmemorable oportunidad de cambiar esa tendencia será la eliminatoria que enfrentará en junio a Georgia y Bielorrusia, que en caso de victoria se jugaría el pase para la Eurocopa ante el ganador de la eliminatoria entre Kosovo y Macedonia del Norte.

«Pero ahora lo importante es encontrar un antídoto contra el coronavirus y que todo vuelva a la normalidad», asevera después de dar un paseo con sus hijas por Minsk. EFE.

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