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Fútbol Internacional

Villas-Boas cambia la vida de unos niños palestinos tras ver documental

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El entrenador de fútbol portugués André Villas-Boas cambia desde hace dos años la vida de siete niños palestinos discapacitados, tras «enamorarse de ellos» al verles en un documental.
Una mañana, el actor y director de cine palestino Ramzi Maqdisi recibió un curioso mensaje de un tal «André», interesándose por los protagonistas de su filme «Desafiando mi discapacidad», que proyectó la cadena Al Yazira en 2016.
Trata sobre siete palestinos (la mayoría menores cuando se grabó el filme en 2012) con discapacidad severa y en una sociedad empobrecida en la que hay poca atención para sus necesidades.
No es el caso común en el que una persona pudiente dona dinero a una buena causa; Villas-Boas ha viajado ya dos veces Palestina, recorrido sus pueblos junto a Maqdisi y visitado en sus casas a los protagonistas, tratando de ayudarles a cumplir sus sueños y mejorar sus vidas.
«Un día estaba en Catar con los del Zenit de San Petersburgo, la tele pasó un documental de chicos con deficiencias y me enamoré básicamente de ellos. Eran chicos de Palestina, cuatro de ellos de Gaza», explicó a Efe el entrenador portugués esta semana en Belén.
«Su humildad y pasión me encantó y me propuse ayudarles. Han pasado dos años e intento cada vez que vengo darles algo para seguir. Hoy hemos entregado una silla eléctrica que es muy importante para Mohamed, uno de los chicos, que tiene muchas dificultades de movilidad», explica, ilusionado.
Para Villas-Boas lo más importante es «entregar sonrisas» e intenta «no estar un momento y luego desaparecer, sino acompañarles en su desarrollo».
Mantiene contacto periódicamente, aunque solo ha podido visitar a tres, porque Israel y Egipto no permiten la entrada a Gaza excepto en casos excepcionales.
«Uno puede hacer mucho, pero jamás será suficiente en relación a lo que pasan todos los días, las dificultades que encuentran», afirma.
El director del documental resalta la importancia de contar historias humanas y no centrarse solo en el conflicto con Israel.
«Si hablamos de nuestra vida personal nos vamos a cruzar con el tema de la ocupación, porque afecta a toda nuestra vida, pero no hay que centrarlo todo en la política, lo más importante son los seres humanos», dice Maqdisi.
Sigue a las familias de sus protagonistas, acompaña al portugués en sus visitas y planea hacer un segundo documental con su productora, Quds Art Films, para mostrar la evolución de los chicos.
«Quiero mostrar como con pocas cosas han podido arrancar. Ha sido fundamental que viesen el interés que hemos puesto en ellos. Solo con eso, a algunos les ha mejorado mucho la vida, porque se han sentido queridos y atendidos», afirma.
Insta a prestar más atención a los discapacitados. «En Palestina hay muchos, sobre todo en Gaza, por las guerras, y si no se les valora se deprimen, se hunden».
A Hanin, con dificultades motoras por falta de oxígeno al nacer, el pago de sus estudios de bordado y costura en una escuela para personas con necesidades especiales le ha cambiado la vida.
«Nunca creí que fuese a venir alguien famoso a mi casa. La primera vez me puse nerviosa, pero enseguida me sentí cómoda», contó a Efe, mientras mostraba la imagen de Villas-Boas que tiene como fondo de pantalla en su móvil y reconocía que le considera «guapísimo».
La escuela le ha ayudado a desarrollar una vida social, le da una actividad diaria y le permitirá en el futuro ganar dinero.
En Gaza, Ziad, que perdió sus dos piernas y a once miembros de su familia en la guerra de 2008, ha sido el más afortunado: logró salir a Egipto y aprovecharon para hacerle unas modernas prótesis hidráulicas.
«Salió de la Franja con silla de ruedas y regresó andando», dice Maqdisi, emocionado. Villas-Boas quiere ahora por cumplir su otro sueño: una exposición de sus fotos en Portugal.
Esta semana, el entrenador también entregó una silla de ruedas a Mohamad, que cada día sube varias veces con el pulso de sus manos dos pisos para llegar a su casa.
«Aquí la sociedad no nos ayuda», lamenta el joven a Efe.
Pronto, otras dos sillas de ruedas llegarán a Gaza: una para la pequeña Muna, y otra para Anás, ya adolescente.
Idris, en un pueblo cerca de Hebrón, ha empezado a recibir tratamiento médico y fisioterapia que sus padres no podían pagarle, mientras Abed, un joven optimista que anda por Gaza en bicicleta pese a faltarle la pierna y el brazo izquierdos, tratará de salir del enclave para conseguir también una prótesis.
Un viaje a Disneyland y otro a La Meca son otros de los regalos del entrenador; quizás solo una gota en el océano de adversidad de sus vidas, pero a la que estos niños se aferran como su mayor ilusión.

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