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Michael Phelps relata que no quería estar vivo

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Ser una leyenda del deporte es parte de una gran sacrificio físico y mental, sumado a algunas cualidades innatas y adquiridas. No es fácil llegar a la cúspide, menos mantenerse. Al nadador Michel Phelps, el atleta olímpico con más medallas de toda la historia, también le ha costado convertirse en un mito. Su trayectoria no siempre fue soñada. Sus 28 medallas -23 oros, tres platas y dos bronces- en cuatro Juegos Olímpicos también encierran momentos muy difíciles.

En octubre de 2014, Phelps fue suspendido por seis meses por la Federación Estadounidense de Natación (USA Swimming) tras haber sido detenido en Baltimore por conducir bajo los efectos del alcohol. Era la segunda vez en su vida que enfrentaba cargos de este tipo. La inactividad y las críticas de la opinión pública fueron el desencadenante de un calvario.

Su período más oscuro

«En ese momento, cuando estaba sentado en mi habitación, de donde no me moví durante cuatro días, tuve el apoyo de mis amigos y mis familiares más cercanos. Estuvieron allí porque realmente se preocuparon por mí. Me dije: ‘Lo que hice fue muy tonto, vamos a resolver esto'», confesó en una profunda entrevista para la CNN.

Sin embargo, no le resultó nada fácil salir adelante. Mientras muchos pensaban que Phelps lo tenía todo, él tocaba fondo. Tenía una cantidad de medallas de la que muchos países estarían orgullosos de haber obtenido, pero su autoestima se había desplomado paulatinamente tras los JJOO de Londres 2012. No tenía propósito ni dirección.

Phelps describió que estaba envuelto en la oscuridad, como una «bomba de tiempo a punto de estallar». Durante ese período, contempló la posibilidad de suicidarse: «No quería estar vivo. En ese momento, pensé: ‘Lo mejor que puedo hacer es simplemente no estar aquí'».

No obstante, así como tuvo la determinación y el talento para ganar todas esas medallas, también tuvo el valor necesario para admitir que necesitaba ayuda. «Sabía que necesitaba ayuda y que tenía que cambiar algo en mi vida. Estuve con tratamiento durante un par de semanas y, básicamente, me reconstruí a mí mismo. Primero no quería hablar con nadie, me mantuve cerrado por dos o tres días, hasta que dije ‘Llevo aquí 45 días, será mejor que haga esto'», explicó.

Poder expresar sus problemas representó un punto de inflexión en su vida, al punto que ahora ayuda a las personas (sobre todo a niños) a encontrar valor. Junto con otro nadador olímpico, Allison Schmitt, son embajadores del Día Nacional de la Conciencia de la Salud Mental, que se celebra en mayo en los Estados Unidos. (Infobae)

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