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Boxeo

El boxeador que dejaría todo por el fútbol

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Diego «la Joya» Chaves hizo inferiores en Vélez y tocó las puertas del profesionalismo. Hoy, se gana la vida a los golpes. Un trabajo y no mucho más.

 -¿Qué pelea elegirías si tuvieras que mencionar una?

-Contra El Massoudi (en el 2012, victoria por KO en el segundo round).

-¿Y qué partido de fútbol? 

Al fin, sonríe. A Diego Chaves, la Joya, el recuerdo de una pelota lo hace viajar a lugares que el boxeo, su rutina, su trabajo, su vida, no puede ni pedir permiso. Por primera vez, el excampeón interino welter de la AMB se permite esquivar la respuesta premeditada y más o menos obvia. Por primera vez tiene ganas de desarrollar, de volar.

-Sí, me acuerdo. Fue un Vélez-San Lorenzo que ganamos 5-4, en octava, en el 2002. Había llovido, San Lorenzo venía puntero, salimos a jugar como debíamos y ganamos un partidazo. Había mucha agua en la cancha y el equipo jugó muy bien.

Cómo le cambia la cara. El boxeador, de repente, se volvió sólo un soñador.

El gimnasio se mueve alrededor de él. Los más chicos saltan la soga y lo miran de reojo. Siguen sus movimientos, lo admiran y se reflejan en un espejo de sueños. Los adolescentes, los que ya se subieron alguna vez a un ring, lo parecen percibir con algo más de nerviosismo. Como si él fuera el rival que está por venir en un futuro no muy lejano. Y los grandes lo entienden como un adversario directo, como el que hay que destronar.

Los gimnasios de boxeo siempre se mueven alrededor de una estrella, una figura que puede tener jerarquía alta o baja pero, para ese lugar, es el mejor de todos. Diego Chaves, la Joya, sabe que es la estrella del gimnasio de San Miguel, su gimnasio. Un ring improvisado en el centro, imágenes de la Virgen María en diferentes sectores (una mini estatua, una estampita), algunas bolsas sobre una de las paredes. Mientras se mueve en una sesión de entrenamiento no del todo prolija (porque los tiempos de descanso y acción no se respetan del todo, o porque los niveles de concentración no parecen tan altos), interactúa con todos. A los más chicos los aconseja. A los adolescentes los motiva. A los grandes los trata como un igual, les habla, les sonríe, como si no representaran una amenaza.

Tiene 30 años, fue campeón interino welter de la AMB (Asociación Mundial de Boxeo) y se enfrentó ante varios rivales de mucha talla (perdió con Keith Thurman en el 2013, cayó ante Brandon Ríos en agosto 2014 y empató contra Timothy Bradley en diciembre de ese mismo año). Esta noche se enfrentará ante el ignoto Luis Zárate, en Quilmes, con el objetivo de ganar para empezar a planear su regreso a los grandes planos del boxeo.

En octubre del año pasado, Chaves tenía todo listo para pelear ante el británico Kell Brook, actual campeón welter de la Federación Internacional de Boxeo (FIB), pero, por una supuesta lesión del inglés, la pelea se suspendió y nunca se volvió a reprogramar. En el medio, un escándalo entre el boxeador argentino y su promotor, Osvaldo Rivero. Por esa secuencia, la Joya estuvo parado más de 18 meses.

En ese mundo, la jungla del boxeo, Chaves se mueve con soltura. Su familia respira en base a los golpes, los guantes, las vendas y las botas. Su papá fue sparring de Monzón y Galíndez. Sus hermanos también fueron peleadores. Sus sobrinos se perfilan para lo mismo. Se siente tan suelto que no tiene miedo en sentenciar: «Cambiaría toda mi carrera por un contrato en Primera, no tengo dudas».

Era un lateral izquierdo con buenas condiciones técnicas. Prolijo, ordenado, firme en la marca y con herramientas para ir al ataque. «A los 7 u 8 años ya jugaba en el club Los Toritos, en cancha de 11. A los 10 empecé en las inferiores de Vélez, que hice de novena a cuarta», dice Chaves a Goal en su gimnasio en Santa Brigida, en la provincia de Buenos Aires, una zona repleta de casas humildes y calles demasiado maltratadas. La rutina se mantuvo varios años: entrenamiento a la mañana, colegio a la tarde. Después, el gimnasio.

En cuarta división, el fútbol no da tiempo: es firmar un contrato en Primera o ser subido a la Reserva. En Vélez, Chaves no tenía ninguna de esas opciones. A los 18 años, el mundo se le desmoronó. «Fue un dolor grande que el técnico te diga que no te iba a tener en cuenta. Tenía que tomar la decisión y mis hermanos me recomendaron que siguiera con boxeo. Quizás había uno mejor, quizás no le gustaba al técnico… Se decidió boxear y hoy estamos en la meca del boxeo». Y agrega: «Estuve tres meses parado sin tomar la decisión. Después me empezó a apretar mi hermano Ariel. Estaba deprimido, medio bajón..y tomé la decisión de entrenar boxeo otra vez…Hacer otro deporte cuesta mucho. Me hubiera encantado jugar al fútbol, pero se dio así».

Todavía se habla con sus compañeros de la categoría 86, Darío Ocampo, Ariel Rojas, Emmanuel Fernandes Francou. Es fanático de Vélez y tiene varios amigos en el plantel. Chaves piensa en el boxeo, pero se ilusiona con el fútbol. Trabaja con los jabs, los rectos y los ganchos, pero se ríe con los pases y los remates al arco. Se agobia ante la idea del banquito que se va y lo deja mano a mano ante una persona que pretende destruirlo, añora el concepto de ayudar y depender del resto, de contar con un grupo.

-¿Cederías un título tuyo por ver a Vélez campeón de la Copa Libertadores otra vez?

-Sin dudas..y si pudiera jugar, mejor…

-¿Y qué harías si Gámez (presidente de Vélez) te llamara mañana para hacer una prueba con el plantel superior?

-¡Olvidate! ¡Dejo todo! ¡Olvidate! (Cortesía Goal.com)

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