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El jiu-jitsu brasileño lucha por su lugar en el escenario mundial

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Jason Lee yace boca abajo en el suelo de algún lugar de Rio de Janeiro, su brazo retorcido en una traba dolorosa. Pero este neozelandés de 26 años no puede estar más feliz: cruzó medio planeta exactamente para vivir esta experiencia.
Así como los maestros pasteleros hacen peregrinaciones a Francia o los místicos a la India, los luchadores de todo el mundo llegan hasta los gimnasios de Rio para aprender el jiu-jitsu brasileño, un arte marcial poco conocido hasta hace algún tiempo que se ha convertido en producto de exportación y en una improbable historia de éxito.
Antes restringido casi completamente a Brasil, el jiu-jitsu brasileño es una de las formas de combate desarmado que más crece en el mundo. Está en el origen del fenómeno de lucha MMA, o artes marciales mixtas, y es muy popular desde en Estados Unidos hasta en Medio Oriente y Asia.
En el concurrido gimnasio GFTeam en un barrio de la zona norte de Rio raramente visitada por turistas, Lee es uno de los cuatro extranjeros entre los 20 y tanto hombres y mujeres que se entrenan en los tapetes.
Claramente los gringos no han venido aquí por las modernas instalaciones: el gimnasio está abierto a una ruidosa calzada, tiene un baño sórdido y es tan pequeño que los luchadores literalmente rebotan contra las paredes forradas con rellenos.
Pero más de la mitad de los que están en la sala poseen el cinturón negro de la élite.
«Este lugar es conocido como la fábrica de campeones», dice Lee.
Este hombre delgado como un cable y de hablar suave era un cinturón negro de karate en Nueva Zelanda cuando se topó con el jiu-jitsu. Menos de tres años después -luego de llegar al cinturón azul, el segundo paso en el largo camino al negro del jiu-jitsu- estaba suficientemente enganchado como para tomarse un avión hasta Rio.
– Una familia legendaria –
Por 1914, con el jiu-jitsu apenas conocido fuera de Asia, el inmigrante japonés y maestro de jiu-jitsu Mitsuyo Maeda introdujo el deporte en Brasil dando lecciones a los hijos del empresario Gastao Gracie en la ciudad de Belem, capital del estado de Pará en la Amazonia.
Pero fue el hijo menor de Gracie, Helio, considerado demasiado enfermo como para participar, quien labraría la historia.
Según la leyenda, Helio pasó años observando a sus hermanos del lado de fuera del tapete hasta que le dieron una oportunidad. Y entonces tuvo una idea original: ¿por qué no adaptar los movimientos tradicionales a su físico más débil?
El supuesto debilucho tenía razón.
Experimentando y refinando las técnicas, Helio llegó a una modalidad que permitiría a hábiles practicantes más pequeños dominar a oponentes más fuertes y grandes. Y así nació el jiu-jitsu brasileño, o BJJ.
Desde entonces los Gracie han convertido el deporte en un notable imperio familiar.
Sin lugar a dudas el más exitoso ha sido el hijo mayor de Helio Gracie, Rorion, que lanzó el Ultimate Fighting Championship o UFC en Estados Unidos en los años ’90, dando el puntapié inicial de la hoy multimillonaria e inmensamente popular industria del MMA.
Pero el resto de la familia no ha perdido el tiempo.
«Tengo aquí estudiantes de Bermuda, Argentina, Irán, Francia», dijo Rolker Gracie, otro de los hijos de Helio, sentado de piernas cruzadas en las alfombras verdes y rojas de su escuela de jiu-jitsu, la Academia Gracie en Rio de Janeiro.
«Voy a seminarios en África, voy a seminarios en Buenos Aires, y mis hermanos van a Israel, Kuwait, a todos lados», dijo Gracie, de 51 años. «Tengo un hermano viviendo en España, un hermano en Honolulú, un hermano en San Diego, un hermano y dos hermanas en Los Ángeles. Y todos están enseñando jiu-jitsu».
Mientras los Gracie son la realeza del jiu-jitsu, hay un miembro real de verdad, el jeque Tahnoon bin Zayed de Abu Dabi, que ha surgido como el mayor nuevo impulsor del deporte.
Un gran hincha del UFC, el jeque Tahnoon, creó su propio Club de Combate de Abu Dabi con torneos anuales de lucha con premios de hasta 40.000 dólares, convirtiendo al emirato rico en petróleo en una nueva capital para esta viajada arte marcial.
Los Emiratos Árabes Unidos son también el motor que alimenta la nueva ola de expansión, logrando que se incorporara el jiu-jitsu por primera vez en los Juegos de Asia en Yakarta para 2018 y eventualmente en los Juegos Olímpicos.
– Un ‘arte suave’ –
Para los brasileños, el jiu-jitsu es el «arte suave». Otros lo comparan con un ajedrez físico, y es verdad que como prohíbe las patadas y los golpes, hay menos heridos que en otras artes marciales.
Pero, dado que la meta del jiu-jitsu es la sumisión a través de trabas en los brazos y la asfixia -los competidores a veces pierden en conocimiento por breves periodos-, «suave» es un concepto relativo.
«Me han roto la nariz tres veces y me he dislocado ambas rodillas», dijo Jacob Mackenzie, un multicampeón cinturón negro de Canadá que entrena en GFTeam.
«El entrenamiento es realmente muy duro aquí. No hay turistas o lugar especial para gringos», dijo Mackenzie, de 29 años.
Pero aprender ese ‘jeito’ brasileño de luchar hace que el dolor valga la pena.
Tras años de entrenamiento en Brasil, Mackenzie da clases en una docena de países y, al igual que Lee, espera ganarse su vida con el jiu-jitsu en casa.
«Quiero abrir una academia de artes marciales. Quiero obtener credenciales reconocidas para poder decir: ‘Entrené en Brasil'», contó Lee. AFP

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