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Fútbol Nacional

El miedo, el principio de todos los males futbolísticos

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En el juego del pasado martes, ante Chile, la selección hondureña expuso varios rasgos de su personalidad, los cuales son dignos de ser analizados detenidamente. La evidente intención de salir a buscar el empate 0-0 ante Chile, hizo seguramente que muchas personas recordaran una reciente derrota por idéntico marcador y, prácticamente bajo las mismas circunstancias, aquel 1-0 ante México, en el Azteca, durante la hexagonal final.

La frustración de los aficionados y la prensa es comprensible por donde se la vea; pero también es cierto que el rival también juega, por lo que más allá que el planteamiento catracho fue mezquino, el trabajo táctico realizado por los chilenos fue impecable.

La selección mostró nuevamente que lejos del Olímpico de San Pedro Sula es un equipito timorato y especulador, que se muere de nada y sucumbe ante todo, al cual parecen quedarle grande los partidos importantes, sobre todo si hay tres puntos en disputa.

Aunque no repitió el pobre rendimiento desplegado en los juegos preparatorios ante Bielorrusia, Azerbaiyán y Rumania, aún así evidenció desatenciones que terminan usualmente con el balón en el fondo del arco, sobre todo a este nivel.

Hay que jugar muy mal para sólo rematar una vez al arco contrario en noventa minutos, y encima, de ¡tiro libre! El cual fue cobrado por Ramón Núñez y desviado por el arquero Claudio Bravo al tiro de esquina.

Los referentes no aparecieron y eso fue evidente. Aquellos que juegan en el exterior y tienen roce constante en el fútbol del  “primer mundo”, tenían la responsabilidad de guiar a los menos experimentados, y no lo hicieron.

 Pero no todo son palos para la selección: también hay que reconocer el rendimiento de algunos futbolistas, tal es el caso de Roger Espinoza, la gran novedad en la alineación de Rueda. Lo mismo pasa con Noel Valladares, quien haciendo el mejor uso de sus privilegiados reflejos evitó la goleada, y hasta le quedó tiempo de realizar la atajada del Mundial.

 En lo colectivo Honduras no se vio mal, pero es difícil lucir bien cuando no se ataca una sola vez en un juego, sino que se intenta resistir estoicamente durante noventa minutos. Al partido ante Chile no hay que buscarle tres pies, sabiendo que tiene cuatro: se perdió por exceso de respeto, por miedo, por nunca atrevernos a más

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