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Béisbol

Cuba en el Clásico Mundial de Béisbol: el arma intangible del que nada espera

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Mucho puede ganar de quien nada se espera. El papel frío y seco dice que Cuba debería contentarse con pasar viva de la fase inicial del Clásico Mundial de Béisbol y lanzarse a la desesperada en busca de sorpresas en las rondas siguientes. Como nunca antes se habían atemperado tanto las expectativas de una escuadra antillana.
Basta comentar con colegas y aficionados de la isla para advertir que se prefiere hablar por lo bajo para luego poder gritar con orgullo, si los dirigidos por Carlos Martí logran pegar un aldabonazo que no estaba en el presupuesto.
Claro que toda selección cubana, sea del calibre que fuese, sale a ganar, dejándolo todo en el terreno, pero el repaso sosegado nos dice que este grupo dista mucho de aquel que participó en la versión del 2013, pues siete de los ocho titulares en el terreno de ese Clásico se encuentran en otros circuitos profesionales.
Aunque existen figuras en ascenso como Yoelkis Céspedes -quien por cierto ha lucido bien en la gira preparatoria-, una estrella de magnitud como Alfredo Despaigne y un receptor inteligente en Frank Camilo Morejón, el grupo en general resulta una incógnita, más allá que el ranking de la Federación Internacional de Béisbol la sitúa como quinta potencia en el mundo.
La hemorragia de talento ha dejado a la Serie Nacional en un estado deplorable, al punto que ya se están aceptando de vuelta algunos peloteros que intentaron probarse en el ámbito profesional y firmar -en República Dominicana o México- antes de decidir un retorno que al menos les garantiza estar en juego y con los suyos.
Sin herramientas espectaculares, los abridores Lázaro Blanco, Vladimir Baños y Vladimir García pudieran hacer un papel digno en el grupo B junto a Japón, Australia y China si se presentan con buen control, especialmente de sus envíos secundarios, pero el bullpen dejó mucho que desear en los choques previos al evento.
A pesar de contar con un conductor excelso en Morejón detrás del plato, la defensa no parece nada del otro viernes y habría de contentarse con al menos asegurar las jugadas de rutina, que las espectaculares están bien para el SportCenter. Aquí no hay un Juan Padilla y menos un Germán Mesa.
Y sin embargo, existe ese mínimo pálpito aupado por el enigma, la sensación de que algo fuera de guión pudiera suceder con esta Cuba debilitada que se rebusca entre lo rescatable de sus maltrechas alineaciones.
Esta no es de aquellas selecciones que entre 1987 y 1997 ganaron más de 150 juegos consecutivos, pero tampoco carga con las expectativas de otros tiempos. Eso de morir y matar con el escudo o sobre el escudo son frases más para la galería que realidades. Martí, con su resignada flema oriental, aporta la calma necesaria. Quien sabe si los jugadores traigan la sorpresa. (Cortesía El Nuevo Herald)
 

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