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Fútbol Internacional

Brasil, ¿mejor sin Neymar?

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¿Puede una banda de música mejorar sin su solista o un equipo de fútbol sin su mejor figura? sí y no es la paradójica respuesta que atañe a la selección brasileña en la Copa América después de ver a Neymar hacer las maletas.

La sanción a Neymar hizo pasar a Brasil en un abrir y cerrar de ojos del hedonismo al fútbol industrial, pero también de tener como único recurso los arabescos de lo que es capaz su delantero a presentar una versión colectiva, que por primera vez funcionó en el campo y sobre todo, fue más eficaz.

Después del partido contra Venezuela, muchos se preguntan si a la Canarinha le sobraba Neymar para comenzar a funcionar como equipo.

Dunga ha insistido mucho en que pretendía fomentar el juego colectivo y después enriquecerlo con las individualidades, pero la figura agigantada de Neymar sobresalía tanto que quizá llegó a obstaculizar la puesta en marcha de esa idea.

Después de la victoria contra Venezuela, fue un consenso en el banquillo de Brasil que el plan funcionó, que la selección jugó su mejor partido en la Copa América.

De hecho, en su larga historia, esta no es la primera vez que la selección brasileña se ve obligada a funcionar sin su principal estrella y obtiene buenos resultados.

En 1962 la Canarinha superó la lesión de Pelé y ganó su segundo Mundial, que se disputó precisamente en Chile, con el concierto de Garrincha, Zito, Vavá y Amarildo.

Pero la experiencia del año pasado, cuando la lesión de Neymar desestabilizó emocionalmente a todo el grupo, hizo cundir la incertidumbre en relación a las opciones de Brasil en la Copa.

Ya lo advirtió Fernandinho, una de las voces más autorizadas del vestuario, antes del partido contra Venezuela: la sanción no conmocionó a nadie y los compañeros de Neymar están deseosos de asumir su ración de protagonismo.

«Este es el momento adecuado de crecer en la competición», afirmó Robinho, uno de los beneficiados por la baja de Neymar y quien fue uno de los responsables por la mejoría del juego de la selección.

Sin Neymar Brasil pierde brillo, las genialidades y la imprevisibilidad de las jugadas que pasan por la cabeza del ’10’ y que en muchos partidos han sido decisivas.

En cambio Brasil ganó equilibrio. Sin la necesidad de pivotar siempre en su capitán, el campo se ensanchó para los brasileños y por primera vez en la Copa América crearon peligro por ambos flancos.

Robinho, uno de los jugadores más veteranos del grupo, aportó tranquilidad, inteligencia para mover el juego, para leer el ‘tempo’ del partido y tener calma a la hora de bajar el ritmo.

Esa era una de las mayores preocupaciones de Dunga. El entrenador ya había señalado que las prisas excesivas perjudicaron a Brasil el día de su debut contra Perú, cuando sólo una genialidad de Neymar salvó los muebles sobre la campana.

Ante Colombia, con un Neymar muy vigilado, el juego de los brasileños también se atascó y sólo se ha quitado el corsé cuando Robinho entró en escena.

Willian dijo que el equipo «controló el partido» contra Venezuela y el portero Jefferson cree que Brasil «maduró» y jugó «más compacto» que en sus dos primeros encuentros en el torneo.

Aunque Brasil ha progresado pero todavía está a distancia de la idea que persigue Dunga. El libreto del técnico dibuja un equipo que juega con presión constante, que abruma al rival y que no cesa de crear ocasiones de gol.

Contra Venezuela Brasil logró 17 remates, ocho de ellos a puerta, una cifra que mejoró ligeramente la de los dos primeros partidos de la Canarinha en la Copa, pero que está lejos de ser una apisonadora.

Pero el hecho es que golear a Venezuela tampoco fue la intención de Dunga, ya que, en un derroche de cautela, acabó el partido con seis defensas en el campo.

La filosofía del Brasil de Dunga -ya lo indicó Miranda- es perseguir la victoria por todos los medios, sin importar la belleza del juego.

Neymar, el único artista en un equipo de porteadores de pianos, según la definición de la selección que hizo Jefferson, era el único que entiende la estética como un medio hacia el gol.

Brasil, que lleva dos décadas instalado en el debate entre el juego bonito y el resultadismo, ha asimilado ya que ante la ausencia de su prestidigitador, el equipo deberá mostrar una faceta más coral, sin duda no tan seductora, pero sí efectiva si de lo que se trata es optar a ganar el título. EFE

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