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De Todo Un Poco

Larsson cuenta cómo fue la mayor fiesta del Barça

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El exfutbolista azulgrana Henrik Larsson confiesa que la celebración por la Champions League de 2006 que consiguió con el Barcelona fue la mejor de su vida. «Y la primera en la que no probé una gota de alcohol», cuenta el exjugador en una entrevista muy personal en la que narra su relación con Ronaldinho Gaucho y otros capítulos tristes de su carrera como la muerte de su hermano por drogadicción.
Henrik Larsson llegó al Barcelona en la temporada 2004/05 con papel secundario, de delantero reserva que sirviera de escudero de lujo para Ronaldinho, Samuel Eto’o y compañía pero acabó conviertiéndose en una pieza clave de la segunda Champions League que el club azulgrana guarda en su museo. En aquella final de la Liga de Campeones del 2006 el jugador sueco dio las dos asistencias en los goles que marcaron Eto’o y Belleti para que el Barça remontara la ventaja que llevaba el Arsenal y a día de hoy Larsson todavía no puede olvidar ni un solo momento lo que supuso aquel triunfo. En una entrevista muy personal concedida a la revista alemana ’11 Freunde’ cuenta cómo vivió una fiesta de la que él fue directamente responsable.
«Esa fiesta fue la mejor de mi vida. Y la primera en la que no probé una sola gota de alcohol», confiesa reconociendo que se había jurado que «absorbería cada momento de esa noche» en la que estaba acompañado de su mujer, su hermano mayor y sus mejores amigos. Y es que Larsson protagonizó ya sobre el césped una de las imágenes que plasmaban la alegría del barcelonismo. De repente se quedó solo celebrando con la grada el título conseguido mientras sus compañeros ya se disponían a recoger el trofeo. «Fue casualidad. Pensaba que mis compañeros vendrían conmigo, pero cuando me di la vuelta vi que me estaba solo, los demás ya estaban en la entrega del trofeo», dice.
Larsson se había prometido disfrutar cada momento de esa noche y vaya si lo hizo. Hasta el amanecer. «Mi mujer y yo fuimos los últimos en irnos. Fuera ya había amanecido», afirma contando cómo su mujer no dejó de entonar el ‘campeones, campeones’ por las calles de París mientras un miembro de seguridad les llevaba hacia su hotel. «Cuando llegamos al hotel no paró de cantar, y su voz hizo eco en el patio interior. De repente se abrió una ventana, Thiago Motta sacó el trofeo y entonó el ‘oe, oé, oé’. Y luego se unieron desde las ventanas de sus habitaciones Van Bommel, Van Bronckhorst y Deco y también cantaron. Fue posiblemente el mejor momento de mi carrera», recuerda con alegría.
Ídolos
En la misma entrevista el exjugador azulgrana cuenta cómo se forjó su relación con Ronaldinho y cómo el jugador brasileño transmitía toda su alegría al vestuario: El día que nos conocimos, estaba muy excitado y me explicó que me había admirado mucho en el Mundial-1994. Sus ojos brillaban. Pensaba que me estaba tomando el pelo, pero me dijo ‘eres mi ídolo’. Y desde ese momento me llamó eso, ‘ídolo’ (en castellano), a mí… ¿no es disparatado?».
Del brasileño, además, dice que ha sido quizás el mejor jugador con el que haya compartido vestuario en su dilatada carrera. «Veía huecos donde otros ya tiraban la toalla», narra reconociendo que Ronaldinho «Con un balón a los pies era la persona más feliz del mundo. El 98% de los días, y me quedo corto, estaba radiante. Cuando pisaba el vestuario por la mañana automáticamente tú también te ponías de buen humor».
Un hecho fatal
Desgranando cómo fue su carrera, Larsson se ve obligado también a narrar uno de los episodios más duros de su vida. En 2009 su hermano pequeño falleció a causa de la adicción a las drogas que padecía y tal fue el golpe que el sueco decidió inmediatamente colgar las botas. «Tuve que ver cómo quedaba destrozado si poder hacer nada. Yo, el gran futbolista que se sentía invencible, no podía hacer nada. Su vida fue un infierno. Ese día decidí dejar el fútbol. Me di cuenta de que el fútbol no era tan importante. Mi hermano incluso se había cambiado el nombre para protegerme. Daría cada título ganado por que él volvería a estar con nosotros, pero eso es imposible. Ese dolor permanecerá para siempre», confiesa afligido.
Admiradon en todos los equipos en los que ha jugado, Larsson define su propia personalidad, la que le llevó a ser considerado un hombre de grupo, de equipo. «El pensamiento que el colectivo está por encima del individuo forma parte d ela cultura sueca en al que crecí. Lo traspasé a mi forma de jugar. Aunque tuviera más talento que otros, siempre hacía el trabajo sucio. Eso los aficionados lo ven enseguida». En la misma entrevista cuenta, además, una anécdota que vivió con Patrik Andersson, también exjugador del Barcelona, quien le ofreció tabaco de mascar en plena tanda de penaltis cuando con solo 22 años tenía en sus botas el futuro de Suecia en el Mundial de 1994. Con ello calmó los nervios, marcó su penalti y finalmente su país acabó tercero en esa cita. (Cortesía de Curiosport)

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