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Mundial QATAR 2022

Costa Rica le dio una gran bienvenida a su selección

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Apenas asomó en el cielo el avión que los traía a casa, el reflejo de miles de espejitos les saludó desde abajo: una multitud, desbordada de orgullo, recibió como héroes a la selección de Costa Rica, gran revelación de Brasil-2014, que hizo historia al alcanzar los cuartos de final.

Gran fiesta se vive en Costa Rica.

Gran fiesta se vive en Costa Rica.


Soportando un intenso sol, miles de costarricenses, en camisetas rojas y ondeando banderitas tricolor, se lanzaron eufóricos a las calles para saludar a «la Sele» coreando: «¡oé-oé-oé-oé, ticos, ticoooos!» .
Entre el estallido de pitos y cornetas, tras sobrevolar varias ciudades del país, el avión aterrizó en el aeropuerto Juan Santamaría, 20 km al oeste de San José, con el arquero Keylor Navas y el capitán Bryan Ruiz saludando con banderas desde la cabina del piloto.
Bajo un arco de agua propulsada por dos camiones de bomberos, el avión se detuvo y los 23 jugadores, encabezados por su entrenador Jorge Luis Pinto, fueron recibidos, con alfombra roja, al pie de la escalinata por el presidente Luis Guillermo Solís y cientos de niños.
«¡Viva Costa Rica!. Aquí están sus hombres, los que han hecho historia, los que han mostrado al mundo un fútbol competente, los que enfrentaron a las grandes potencias sin miedo, sin temor. Allí los tienen», expresó al saludar en el aeropuerto, casi sin voz, el técnico colombiano a quien los diputados quieren dar ciudadanía de honor.
A bordo de una carroza en la que se leía: «Hicimos historia», cubiertos por un toldo tricolor, recorrieron, con un río humano apostado a lado y lado, 15 km para ser homenajeados en el parque La Sabana, a la entrada de San José, donde otra muchedumbre los esperaba con bailes y música.
Hace un mes que habían sido despedidos por un puñado de familiares y aficionados, los pocos que apostaban en ese grupo de jugadores que, sin ostentaciones y cargando el mote de «cenicienta» en la espalda, prometía dejar vida y corazón en la cancha por su pequeño país de 4,5 millones de habitantes, conocido por su «democracia verde» y por no tener ejército.
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«Nos fuimos como la cenicienta pero regresamos como guerreros triunfadores (…) Los sueños se pueden hacer realidad si se lucha. Soñemos todos porque desde ya nosotros estamos soñando con Rusia-2018», manifestó Bryan Ruiz, ovacionado en el aeropuerto.
Este martes la historia era otra. Volvieron, invictos, con un país a sus pies: contra todos los pronósticos, se clasificaron en el primer lugar del «grupo de la muerte», por encima de Uruguay (3-1), Italia (1-0) e Inglaterra (0-0).
Con la etiqueta de «favoritos», vencieron a Grecia en octavos de final (1-1 en 120 minutos, 5-3 en penales) y, superando la hazaña de Italia-90, pasaron a cuartos de final, donde quedaron eliminados con 4-3 por penales (0-0) frente a otro gigante, el subcampeón mundial Holanda.
«Nadie creía en los muchachos. Esto es un hecho histórico para Costa Rica. Es más grande que Italia-90. Somos la quinta selección del mundo», expresó a AFP German Montoya, un plomero cincuentón que empuñaba una enorme bandera, vestido de cabo a rabo de rojo, blanco y azul, frente a la tarima en La Sabana.
Desde temprano, las calles empezaron a teñirse de rojo. El gobierno dio libre la tarde a los empleados públicos y familias enteras alistaron emparedados y bebidas para la espera, para copar el aeropuerto, La Sabana, paseos y avenidas de la capital.
«Nos dieron felicidad y lágrimas, emociones a mil. Vine a decir: ¡gracias!», dijo Gretel Chinchilla, una manicurista de la populosa ciudad de Alajuelita -de donde es Ruiz-, quien llegó a La Sabana con sus hijos, de cabello, mejillas y uñas pintadas con los colores de la bandera nacional.
Costa Rica ha vivido tres semanas de locura y borrachera: La Fuente de la Hispanidad, centro de protestas en el este de San José, desbordó en marea roja en cada partido, sin precedentes el día en que se pasó a cuartos de final.
La fiebre por «la Sele» aumentó los bebés nacidos bajo el nombre de «Keylor», «Joel», «Bryan» o «Celso»; las alcaldías los declaran «hijos predilectos», y toda Centroamérica, normalmente dividida por conflictos políticos y limítrofes, los apoyó.
Desde la madrugada Rubén Salazar, un comerciente de 52 años, salió con toda su familia de la norteña zona de San Carlos: «Esto es un sueño. Son nuestros héroes. Hay que hacerles una estatua a cada uno. Somos un país feliz», dijo haciéndose oír en el estruendo de la música.
Nadie aquí vio la histórica goleada 7-1 que le propinó Alemania a Brasil. Los costarricense vivían la tarde de este martes su propia historia. Como nunca antes tuvo significado la muletilla de los ‘ticos’, que Rubén gritaba sin parar: «¡¡Pura vida, Costa Rica!!».

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