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La Bicolor

Antes de la Copa del Mundo, la Selección Nacional de Fútbol de Honduras hace una pausa para hablar sobre la violencia

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Los chicos de la ciudad portuaria hondureña de La Ceiba solían correr hacia las olas que se salpicaban unas con otras en el sur del Caribe, haciendo cosas típicas de los muchachos de la costa. Jugar en la playa. Recoger mangos. Bromear entre sí por las chicas de su interés. Ah, y hacer alarde de sus jugadores de futbol favoritos mientras se pasan uno al otro la pelota con los pies descalzos.

Nicholas Kamm/AFP/Getty Images – El defensor hondureño Víctor Bernárdez, preparándose para el amistoso del jueves contra Turquia en el RFK Stadium, habla sobre escapar de la violencia que ha asolado su país, "Todo lo que puedo es estar  agradecido."

Nicholas Kamm/AFP/Getty Images – El defensor hondureño Víctor Bernárdez, preparándose para el amistoso del jueves contra Turquia en el RFK Stadium, habla sobre escapar de la violencia que ha asolado su país, «Todo lo que puedo es estar agradecido.»


Uno de estos chicos solía seguir a todos lados como si fuera la sombra de su ídolo, a un jugador de la selección nacional llamado René «Pupa» Martínez. Lo seguía tan de cerca  que un buen día uno de los compañeros de Pupa le dio al niño un apodo: Muma.
Era el comienzo de un verano caliente y pegajoso junto al mar, era el principio de esperanza para Muma y  sus amigos. . .
Más de 20 años después, es el comienzo de otro verano caliente y pegajoso en Washington,  un aire acondicionado zumba en la sala de conferencias de un hotel cerca del aeropuerto internacional Dulles. Víctor » Muma » Bernárdez baja el tono de su voz al  preguntarle qué pasó con sus amigos de la infancia.
«Esos niños, mis amigos, tomaron el camino equivocado. »
Los chicos con los que  Bernárdez jugaba en la playa están casi todos muertos, nos relata, víctimas de uno de los países más peligrosos del mundo.
Las posibilidades de ser asesinado en Honduras fueron casi 91 de cada 100.000 en el 2012, por mucho, la tasa más alta en el mundo, según un informe de la ONU publicado el mes pasado. Bueno, a menos que usted viva en San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande del país, lugar al que un grupo de expertos de México catalogó recientemente con la tasa más alta de asesinato en el mundo fuera de una zona de guerra – 187 por cada 100,000 personas.
» El mismísimo Satanás vive aquí en San Pedro «, le dijo el dueño de una funeraria local  al periódico The Guardian el año pasado. «La gente aquí mata a la gente como si fueran simples pollos. »
Tal vez usted ha oído esta historia antes, un país de Centro o Sudamérica tomado por la violencia del hampa o las maras. A lo anterior añádale la creciente influencia de los carteles de drogas – el hecho de que el 90% de la cocaína enviada desde Colombia a los Estados Unidos pasa por Honduras, así lo estiman los grupos de derechos humanos  – y la mejor cosa que usted le puede decir a alguien que vive allí es que encuentre un lugar más seguro donde vivir. Simplemente salga de allí.
Pero no es tan sencillo. Este es el país de Bernárdez. Aunque se fueron cuando eran jóvenes, también es el país de Roger Espinoza y el lugar de nacimiento de Andy Najar, una exestrella en la secundaria de Virginia del Norte y el DC United. Los tres estaban en Washington esta semana con la selección nacional de Honduras para jugar un amistoso contra Turquía la noche del jueves en el RFK Stadium, un partido de fogueo antes de la Copa del Mundo en Brasil el próximo mes.
Un día antes del partido, Bernárdez, un defensor de 32 años, quien juega para los San José Earthquakes de la MLS, sus dos compañeros de equipo y el entrenador colombiano, Luis Fernando Suárez, entraron a la sala de conferencias del hotel vestidos con sus uniformes azules del equipo nacional, a pedir ayuda, para encontrar formas de detener la matanza de los niños con los que ellos crecieron.
Sentados frente a los miembros de la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional, Compañeros de las Américas y de otras organizaciones de desarrollo en una habitación en donde a la entrada de la misma se podía leer un cartel que decía: » El Poder del fútbol para combatir la violencia juvenil en Honduras «, los jugadores daban las gracias a todos por asistir y por adoptar esta causa a pesar de que ninguno de los ahí presentes era de Honduras.
Mientras miraban directamente a los ojos a todos los trabajadores de las organizaciones, empleados del gobierno y periodistas, y los mirabas asintiendo con la cabeza, todo lo que podías sentir era una increíble humildad: ¿Nos estás dando las gracias a nosotros? Ustedes superaron un infierno – una pobreza inimaginable, los peores índices de homicidios en la tierra, las tentaciones criminales a diario y de alguna manera sobrevivieron para contarnos la historia. ¿Y nosotros qué hicimos? En serio, ¿qué tenemos que hacer?
«Tenía muchos amigos que eran miembros de pandillas y que fueron asesinados «, dijo Bernárdez. «Tenía muchos amigos que fueron encarcelados. Alrededor de 15 de ellos murieron en el incendio”.
¿Incendio?
«Hubo un incendio en uno de los centros penales», explicó el intérprete de Bernárdez.
Nos dimos cuenta que la cárcel de El Porvenir en las afueras de La Ceiba se incendió durante un motín en el 2003 – que 68 hombres se quemaron hasta morir; otros sufrieron por la inhalación de humo o murieron a manos de reclusos armados o por la policía. Este fue uno de los 3 incendios que se dieron en los últimos 10 años en los centros penales de  Honduras.
“Los chicos malos, presionan a los niños pequeños «, dijo Espinoza, quien perdió a un hermano mayor a manos de la violencia. Ellos te dicen, ‘ haces esto o te mueres´, los niños están atemorizados. Las familias tienen miedo. Necesitamos, como país, dar a los niños la opción de ser capaces de tomar una decisión propia y no se sientan presionados a tomar una única decisión”.
Incluso para alguien que habla solo un poquito de español,  era fácil  entender dos palabras que repetían en todos sus testimonios personales ese miércoles por la tarde:
Camino Equivocado.
Tan tentador, tan inmediatamente gratificante, incluso el chico que llamaron Muma tuvo que pensarlo.
«Cuando yo estaba ganando 3,000 lempiras «, dijo, en referencia al salario semanal que obtenía del programa de jóvenes del equipo nacional «, mi amigo ganaba 10 mil lempiras robando. En un día. Ellos me decían, ‘ elige’.
Reflexionemos sobre eso. Tienes 17 años, ganando un poco más de $140 por semana por jugar fútbol y de pronto tus amigos están ganando casi $500 al día, algunos por el simple hecho de ser espías o reclutadores para las pandillas – en un país donde el dinero y los buenos empleos son tan escaso para los jóvenes-.
Elegir.
Muma se eligió a sí mismo. Su momento llegó cuando a los 17 años se fue Tegucigalpa, a más de 200 kilómetros al sur de su vida en La Ceiba, a tratar de llegar a ser  jugador profesional.
«Es a causa de mis sueños que yo fui capaz de elegir el camino correcto», dijo. «Fue mi madre, mi abuela, mi familia y mi fútbol,  todos juntos mezclados. »
Alguien le pregunto: » ¿Te sientes como el afortunado, el afortunado de haber escapado y de tener una buena vida?”.
«Sí» dijo Bernárdez. “Pero creo que es más que suerte. Creo que es una bendición de Dios.
“Si vuelvo atrás, mirando a través de mi vida, mirando atrás y más atrás. . . todo lo que puedo ser es agradecido. Siento que es un sueño poder devolver algo, para mostrar los valores que he aprendido por ir por el buen camino. Porque yo me identifico con esos niños. Esos niños, son lo que yo una vez fui » .
Víctor Bernárdez regresó por la puerta, de nuevo a su vida, un juego al día siguiente, una Copa del Mundo en unas tres semanas.
El país más peligroso del mundo se prepara para su éxito en Brasil, a sabiendas de a cuantos jóvenes en las  playas de La Ceiba un gran jugador de fútbol puede inspirar.
Y si sólo uno de esos niños siguiera a Bernárdez como una vez Bernárdez siguió a un jugador apodado Pupa, hay esperanza para Honduras.
Muchas veces perdidos en la tragedia de tantas vidas tomadas sin sentido y a tan corta edad, nos olvidamos de saludar al que tomo las decisiones correctas, al que se convirtió en mucho más que simplemente el ancla defensiva de un equipo nacional.
Contra todos los pronósticos ningún otro niño en esa playa fue capaz de lograrlo; Muma lo hizo.
Escrito por el columnista Mark Wise
Washington Post

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