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La Bicolor

El pulpo se comió las vuvuzelas

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PUERTO ELISABETH, (Sudáfrica).- El pulpo Paul, que vaticinó desde un acuario alemán el triunfo español en la semifinal, se ha comido todas las vuvuzelas que han resonado este mes en Sudáfrica y, con media docena de apariciones en público, ha hecho olvidar la penitencia que supone escuchar la inefable trompeta.

Las predicciones del pulpo Paul, ha destronado a las vuvuzelas en el Mundial de Sudáfrica.

Cuatro semanas de torneo marcadas por el debate «Vuvuzelas, sí, vuvuzelas, no» y la necesidad de comprar tapones para los oídos o medicamentos para el dolor de cabeza han cedido el papel estelar a un cefalópodo inmerso en un acuario a 10.000 kilómetros de distancia que se ha convertido en la principal figura del Mundial no futbolístico.

Cuando el torneo está a punto de concluir, las vuvuzelas han pasado a ser una cuestión menor en comparación con la popularidad alcanzada por Paul, una estrella mediática capaz de competir con Carles Puyol, David Villa, Wesley Sneijder o Arjen Robben, todos ellos llamados a destacar en la final del domingo entre Holanda y España.

El último error del pulpo en sus pronósticos se registró en la final de la Eurocopa que Alemania perdió con España en 2008. Ahora, no sólo no ha fallado, sino que se ha ajustado a lo que pensaba que iba a suceder, más allá de cualquier deseo patrio.

Por ello acertó con las cuatro victorias de Alemania, pero huyó de la respuesta fácil y populista a la hora de reconocer las derrotas de la selección alemana que se iban a producir ante Serbia y España.

Sólo así ha logrado seis aciertos en otros tantos pronósticos y ha conseguido que la ministra española de Medio Ambiente, Elena Espinosa, anunciara que va a pedir que se active su veda «para que no se lo coman los alemanes». La petición bien podría ser el paso previo a su nacionalización como español.

Sin embargo, no sólo de pulpos y vuvuzelas ha vivido el «otro Mundial». También lo ha hecho del balón Jabulani, que para muchos fue una pelota de supermercado.

Para otros fue una pelota de playa, pero como el pulpo todavía no se había hecho famoso, ninguno supo si el balón era del lugar en el que vivía el famoso animal o de cualquier otro.

Al igual que unos llegan a la historia del Mundial para quedarse, como el pulpo, hay frases que empiezan a ser un reducto del pasado.

«El fútbol es un juego de once contra once en el que siempre gana Alemania», fue un mensaje ocurrente y realista lanzado por el inglés Gary Lineker hace veinte años tras una dolorosa derrota ante los alemanes.

Simplemente con la palabra «no» delante de «siempre» se puede adaptar el concepto, tal y como ha demostrado la selección española que en sólo dos años ha sido capaz de invertir esta tendencia, con la final de la Eurocopa de 2008 y la semifinal del Mundial de 2010, en las que ganó a Alemania.

No sólo para los pulpos mundialistas convertidos en animales de compañía ha sido el protagonismo del Mundial, también ha llegado para los que lo han disputado en el terreno de juego o lo han vivido desde el banquillo.

La lista de los que van a triunfar queda para después de la final. De momento, en el capítulo de los menos favorecidos están Diego Maradona, no recuperado de las «trompadas de Mohammed Alí», o el equipo arbitral que no vio el gol de Inglaterra junto a Alemania.

Todos ellos están acompañados, entre otros, de toda la serie de «Calamities» que han pasado por la portería inglesa y del delantero francés Nicolás Anelka, que sirvió una bandeja completa de insultos a su seleccionador, Raymond Domenech, en los ya lejanos tiempos del inicio del torneo.

Es probable que el próximo Mundial, en Brasil, se declare como un territorio «libre de vuvuzelas», pero es seguro que, si la salud le acompaña, Paul volverá a ser uno de las estrellas de ese torneo.  (EFE)

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