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La Bicolor

Uruguay a librarse del pasado

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REDACCION DEPORTES.- Uruguay fue el primer campeón de la historia de la Copa Mundial de la FIFA, y el último país clasificado para Sudáfrica 2010. Pero sus paradojas no terminan ahí: 60 años después del «Maracanazo», la Celeste es la primera sorprendida por enarbolar en solitario el pabellón del fútbol sudamericano, que ha perdido su pulso con el Viejo Continente.

Hoy podrían volver a festejar los uruguayos su pase a una final mundialista.

Tiene ante sí una ocasión de oro para pasar al fin la página de un pasado del que no consigue desembarazarse.

Desde hace medio siglo, Uruguay ha vivido de su palmarés, en la sombra de sus poderosos vecinos argentinos y brasileños, a pesar de presentar una brillante tarjeta de visita. En su historial figuran 18 títulos oficiales: dos Copas Mundiales de la FIFA, dos medallas de oro en los Torneos Olímpicos de Fútbol masculino y 14 Copas América.

Sus victorias en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, un certamen que en aquella época tenía el valor de campeonato del mundo, le permitieron organizar la primera edición de la Copa Mundial de la FIFA, en 1930. Y la ganó a lo grande: el equipo en el que formaba José Andrade superó por 4-2 a Argentina en la final.

Ghiggia, como el “Papa y Sinatra”

La histórica oncena que ganó el mundial de Brasil 1950, es muy recordada por los uruguayos.

Después de no participar en las dos ediciones siguientes, debido a la situación en que se encontraba Europa, Uruguay, aún en lo más alto del fútbol mundial, hizo llorar al gigante brasileño el 16 de julio de 1950, al imponerse por 2-1 en la final, con goles de su gran figura, Juan Schiaffino, y Alcides Ghiggia. “Tres personas han silenciado el Maracaná: el Papa, Frank Sinatra y yo”, afirmó sonriente Ghiggia, de 83 años, que aún sigue firmando autógrafos en las calles de Montevideo.

Esa victoria permitió a Uruguay añadir la última de las cuatro gloriosas estrellas que exhibe en su camiseta (se incluyen sus dos triunfos olímpicos). El escritor argentino Juan Sasturain, entusiasta del fútbol, hizo entonces gala de clarividencia al anunciar sobre este país de 3,5 millones de habitantes, tan amante del fútbol como él mismo: “Los uruguayos llevarán por siempre consigo la gloria y la desgracia de haber sido”.

Fue el comienzo de una larga travesía por el desierto, con algunos coletazos durante las Copas Mundiales de la FIFA de 1954 y 1970, en las que sendas generaciones de mayor talento le permitieron alcanzar las semifinales. Así, en Suiza 1954, Schiaffino fue el artífice de un meritorio 4-2 sobre Inglaterra en cuartos de final. En México, Ladislao Mazurkiewicz, el guardameta más sólido de la historia del país, propició que una correosa Celeste no cediese más que ante el futuro campeón, el Brasil de «El Rey» Pelé (3-1).

Cuatro decenios de dolorosa sequía

Uruguay podría darle hoy una alegría a toda América, al ser el único representante de este continente en el Mundial.

Posteriormente, en 40 años, lo que equivale a diez Copas Mundiales de la FIFA, Uruguay fracasó cinco veces, en las que no obtuvo el pase entre las cuatro mejores naciones sudamericanas. Con la instauración de la eliminatoria intercontinental entre el quinto de la zona y el vencedor de Oceanía, los Charrúas dieron una de cal y otra de arena, con la ayuda de jugadores como Víctor Espárrago (en el decenio de 1970), Enzo Francescoli, Rubén Sosa, Rubén Paz (1980/90), Daniel Fonseca (1990), Álvaro Recoba (1990/2000) o Marcelo Zalayeta (2000).

Y este año eran pocos los que creían en las opciones de un equipo que sufrió para superar en la repesca continental a Costa Rica, cuarto de la Zona Norteamericana, Centroamericana y Caribeña (1-0, 1-1). “Las eliminatorias de Sudamérica son muy complicadas. Hay rivales muy potentes, como Brasil, Argentina, Chile, Paraguay. Jugamos en lugares con altura, con calor, con frío, en diferentes tipos de canchas… Después de conseguir la clasificación para el Mundial, nos concentramos en cada partido, sin pensar en el futuro”, explica un radiante Diego Forlán.

“Este es un grupo muy unido. Casi en la totalidad de integrantes tiene una historia de cuatro años de trabajo conjunto”, señala el seleccionador, Óscar Tabárez. “Es un factor importante. Quizás falte un poco de experiencia, hay muchos jóvenes. Este equipo todavía no ha perdido y eso tiene un gran valor. Estos muchachos me han mostrado dos cosas: dejan todo en la cancha y tienen la capacidad de levantarse en situaciones difíciles”.

Reina la confianza

Sin duda que el gol más recordado por todos los uruguayos y odiado por los brasileños, es el que anotó Alcides Ghiggia, lo que significó el llamado “Maracanazo”.

«El Maestro» ya ha logrado su objetivo de quitar a Uruguay su imagen de equipo tosco, sin gran talento. La aparición de una nueva generación, encarnada en el ariete Luis Suárez (ausente por suspensión contra Holanda), es la garantía de que el viaje a Sudáfrica no quedará sin continuidad.

Y más teniendo en cuenta que la confianza del grupo aumenta a medida que pasan los partidos. Un ejemplo fue la decisión de Sebastián Abreu, el Loco, de lanzar al estilo Panenka el último penal contra Ghana.

“Holanda cuenta con un gran equipo, con grandes jugadores. Pero el grupo debe tener fe. Hay una esperanza, debemos seguirla”, insiste una y otra vez Tabárez a sus hombres.

Una nueva final de la Copa Mundial de la FIFA permitiría a Uruguay librarse al fin de su pasado, sin renegar de él. Y obligaría también a los conductores de ómnibus de Montevideo a posar al fin su calabaza de mate para aplaudir con las dos manos.

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